miércoles, 20 de junio de 2007

La venganza de la mujer invisible

A la ínclita Carmen Martínez Bordiú le escribieron hace poco un libro que ella firmó (no con una dedicatoria sino como ¡autora!, con un par) titulado "La Mujer invisible". Curioso, siendo una de las tipas más visibles del planeta, al menos del planeta Hola, centro del único sistema solar conocido. En él afirma que a partir de una determinada edad las mujeres se vuelven invisibles y los hombres miran a través de ellas. Bien, eso es algo que a mí no me pasará porque yo siempre he sido invisible (sí, tengo ese superpoder aunque, la verdad, me hubiera gustado tener otro del tipo "no sé qué ponerme, esto me hace gorda ¡¡SHAZAM!! ¡2 tallas menos!, hala, cómo mola").
Sí, lo he sido desde los 6 años: no estuve expuesta a ninguna explosión nuclear ni me hicieron ningún experimento genético, sino que coincidí en clase con una chica monísima, alta, rubia y delgadita de la que me hice amiguísima. Nos pasamos la adolescencia juntas y buena parte de la Universidad, y era increíble: ella entraba en un bar y, con su sola presencia y sin abrir la boca conseguía que todos los tíos babearan. Para colmo, era (y es) una tipa estupenda, por lo tanto no podía odiarla como Dios manda. Así que yo invertía mi tiempo de invisibilidad en pegarme atracones de pelis, Radio 3, libros, revistas y demás. A este período de formación contribuyó definitivamente mi padre que, en plan profesor Xavier, me obligaba a volver a casa cuando el resto del mundo salía de marcha. Eso ayudó a cultivar mi mente (el espíritu no, porque vas desarrollando un odio adolescente hacia tu progenitor que ni les cuento) y desplegué un nuevo superpoder: el superpoder de "sé un poco de todo y lo que no, me lo invento, ya ver si así me como una rosca". Claro, que éste es un superpoder que no todos los hombres son capaces de ver, pero bueno.
De todas formas todavía hay casos de invisibilidad peores que el mío: ¿se imaginan ser Isotta Rossellini, la gemela fea de Isabella? Eso sí que es mala leche cromosómica. ¿O ser la hija de Teri Hatcher en "Mujeres desesperadas"? Eso es mala leche de los productores. E incluso se dan casos de hombres invisibles: piensen en Paquirrín y en tener como hermanos a Fran y a Cayetano. Eso es una putada.
Pero siguiendo con la teoría de la Bordiú todas, al hacernos mayores, nos volvemos invisibles. Así que, si ahora por nuestra edad todas lo somos y nadie nos ve, a mí al menos me oyen. Y no me digan que no es inquietante oir una voz que no se sabe de dónde sale. ¡Qué susto!.

7 comentarios:

Andrés dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
Andrés dijo...

Lo de la "p" era una prueba ... yo siempre tengo problemas con las contraseñas y esos misterios informáticos.

Bueno pues que me ha gustado mucho ésta nueva entrega y que "me se" está despertando la curiosidad por comprarme el HOLA y ver el TOMATE después de comer.

Un beso.

heathcliff dijo...

Lo he leydo todo y me gusta. Volveré.

Anónimo dijo...

Heatchcliff, espero impaciente que publiques en "Cumbres Borrascosas", porque con ese nombre promete.

Anónimo dijo...

Huy que huy!, inquietante no es oir una voz a la que no puedes asociar un fisico, lo inquietante es un fisico al que no puedes asociarle una voz.
Una vez mas, un trauma mas. Carecer de algo no tiene que generar quebranto psiquico, si no la ausencia de su necesidad, y por lo tanto ser uno sin hechar de menos a otro que no tienes nunca por que llegar a ser.
Si te escuchan es por que te haces oir y ver, ya que si no el que te acompaña entraria en una esquizofrenia, lo que me da que pensar que como patologia era muy asidua a Carmen.
Desde el Tao se despide el inquietante ojo del vacio.

Anónimo dijo...

Querido perry, te recuerdo que soy un 3 en el eneagrama. Qué quieres...!!

JT dijo...

Tienes un magnífico estilo de artículo de opinión, digno de figurar en el lateral de la página de algún periódico. Si no es así, es porque en este mundo no todo anda como debiera.

En cuanto a la invisibilidad, no te preocupes: hay hombres que sólo tienen ojos para las mujeres invisibles. Te lo prometo. Parece un mito y no lo es.