martes, 12 de febrero de 2008

Super Sarkozy me

Hay mujeres que sólo se ven a través de los ojos del otro: si el otro es listo aunque decrépito (Cela, Saramago, Borges) yo también lo soy -lista, se entiende- (Marina Castaño, Pilar del Río, María Kodama); si el otro es rico y poderoso, aunque viejo (Fefé) yo también soy rica y poderosa (Nuria González). Pero ¿y si el otro es Presidente de la República Francesa aunque bajito y con mala leche? Entonces yo tengo que ser ¡LA HOSTIA! Me había jurado y perjurado a mí misma que no iba a hablar del romance-boda-show de la temporada, pero es que ya es demasié, la pera limonera (la per limoner, en francés). No puedorl, no puedorl... Y es que este caso es muy especial, porque la Bruni ya era la hostia por sí misma (guapísima, de buena familia -lo de buena lo digo por la posición social, porque de buena la madre no tenía nada, resulta que al final la Bruni no era hija de su marido sino de un rollo que había tenido por ahí la señora-), súper relacionada, súper modelo, súper de todo, pero claro, le faltaba el toque final: calzarse al Presidente de una República y no precisamente bananera, como está haciendo la Campbell con Chávez, sino de una república de las de toda la vida. Claro, así se le pone a una la autoestima por las nubes. El hombre tiene a todas las mujeres de Francia a su disposición (que se cree él) y la elige a ella (que se cree él también). Y no sólo no le pone una mercería, sino que además se casa y la convierte en Primera Dama de Francia, el título que le faltaba a la chiquilla para completar su currículo. Así la anoréxica se torna en bulímica al lado del hombre que todo lo devora: las mujeres, los colaboradores, los votos, los inmigrantes. La Bruni afirma en su primera entrevista tras su matrimonio concedida a L'Express y recogida por El País que "Nicolas es valiente por dos, es muy protector, muy paternal. Me gusta la aventura. Es una gran aventura acompañar a un hombre que dirige Francia" Voilà.

Letizia es otra que tal: monísima (mejor antes que ahora, aunque sólo un rostro como el suyo puede aguantar tanto las crónicas hechas desde el frente sin una gota de maquillaje como los desatinos capilares de su ¿estilista?), profesional, lanzada al estrellato de los informativos. Letizia es la envidia de sus compañeras de master, incluida Carmen Alcayde, pero tiene un bocaíto en el estómago, le falta algo. Suspira por una mirada que la haga todavía más guapa, más lista, eterna. Y va el Príncipe y la mira, y se casa, y la preña. Y ella se acaricia la barriga mientras se mira al espejo pensando que ahí duerme la Futura Heredera de la Corona Española. Y sus pies se levantan unos centímetros del suelo, y levita hasta que ve reflejado el traje de Felipe Varela que le han dejado preparado para asistir esa tarde a un nuevo acto oficial. Entonces toma tierra de golpe, maldice y piensa en todos los sacrificios que ha de hacer una madre si quiere alumbrar a una Infanta de España.

El resto de mujeres no elegidas por los dioses pero preñadas igualmente también acariciamos nuestras barrigas con el mismo cariño, aunque nuestros embriones no tengan asegurado el futuro profesional como mini-Leonor. Y también nos reflejamos en los ojos del otro, no presidente, ni príncipe, ni naviero, ni Nóbel, sí economista, informático, cartero, profesor. Pero como no nos iluminan ni la grandeur, ni la corona, ni las perras ni la excelencia tenemos que conformarnos con estar aquí siendo nosotras mismas, que no es poco en los tiempos que corren. ¿Será esa terrible falta de millonarios en el mundo lo que ha posibilitado el avance de la mujer en el plano laboral? ¿Será la escasez de grandes cerebros masculinos lo que he hecho que las mujeres obtengamos mejores calificaciones académicas? Tendré que preguntarle a la gran Bárbara Ortiz.

Probablemente nosotras tampoco podamos aportarles a los hombres lo que históricamente se supone que nos han reclamado; no somos ni tan guapas ni tan jóvenes como para que nuestra mera presencia los convierta a ellos en súper tíos, destrozando el milenario intercambio de poder y dinero por belleza y juventud. Así que si no podemos hacer ese tipo de change al que parece que nos han condenado desde hace siglos (una condena que deduzco nos jode tanto a ellos como a nosotras) sí que podemos cambiar un piropo por una sonrisa, o un comentario inteligente por una respuesta a la altura, o un e-mail calentín a media mañana por otro e-mail calentín como contestación. A veces tú lo miras desde el interior del coche cuando vuelve de echar gasolina y piensas "mira qué bonico es ese tío"; a veces él te mira como si fueras un diábolo y no una campana (aunque la ilusión dure sólo hasta que dejas de verte por sus ojos y te ves por los tuyos, sobre todo si el espejo es de cuerpo entero). Y todo eso también sirve para convertirnos en los tipos y en las tipas más listos, guapos y deseados de mundo. No pondrá Francia a mis pies, pero pone su vida al lado de la mía. Tampoco está mal.

• Al margen: la Bruni no vive en el Elíseo. Increíble; como dice Bibiana Fernández (cito de memoria) "si yo hubiese sido Cecilia me hubiera encadenado al Elíseo y lo hubiera puesto en el acuerdo de divorcio como domicilio conyugal", así que de la decisión de la Bruni ni hablamos. También afirma que "será esposa de Sarkozy hasta la muerte". Pero si Sarkozy se divorcia siendo Presidente no creo que le falten voluntarias para que ese hombre voraz las super sarkozy me, se las coma, las degluta y las cague. Así serán una merde, pero una merde llena de glamour.

• Al otro margen: estoy con "Expiación" de Ian McEwan. Buscaba alguna novela de Mankell protagonizada por el comisario Wallander (Wallander crea adicción, jurao) y me encontré con "Expiación"; me la compré porque había leido "Sábado" y me había quedado traspuesta. Pues ahora lo estoy doblemente: este tipo no sólo hace gala de que nada de lo humano le es ajeno, sino que además lo cuenta como Dios. Eso sí que es una disección, y no las del forense cojo de CSI Las Vegas. La peli no la he visto, pero la han premiado con un mogollón de Baftas y va derechica a los Oscars. Y ahora que lo pienso: puestos a que te caguen casi prefiero a McEwan.


1 comentario:

Anónimo dijo...

a mi me gusta más Cecilia que Carla,Carmen Alcayde que Letizia.Son más "campana".