Me encantan las reuniones excepcionales, llenas de elegancia y solidaridad, y que además son noches inolvidables. Entenderán que esto no lo digo yo, lo dice ¡HOLA!, entre otras cosas porque mis reuniones sólo son solidarias con las empresas vitivinícolas de la región y, en consecuencia, son absolutamente olvidables (pruebe a tomarse varias botella de Jumilla y a recordar algo al día siguiente). Esta vez la reunión excepcional es en el Museo Thyssen y su objetivo es recaudar fondos para Haití. Paradoja: lo que para unos es un desastre, para otras es la oportunidad de estrenar lifting.
Me miran las pititas de las fotos con su ácido hialurónico recién infiltrado. Yo veo sus caras deconstruidas como la tortilla de Adriá y ellas ven la mía, también de tortilla pero del bar Paco. Y me pregunto si no va siendo hora de que me apunte a la nueva cocina.
¿Ven? El pititismo lo invade todo. En mi propia pandi, que a este paso dentro de poco va a ser cuchipandi, ya hemos comenzado a hablar del tema: que si los surcos nasogenianos, que si una rinoplastia, que si una blefaroplastia... (como verán, manejamos un vocabulario que ni el doctor Planas). Estamos siendo contagiadas por el pititismo, una pandemia que se propaga a través de las portadas del ¡HOLA! a una velocidad de vértigo, que afecta mayoritariamente a las mujeres a partir de los 40 y que tendrá su punto álgido de contagio cuando comience la operación bikini. Y la OMS sin enterarse. Nadie está a salvo, ni siquiera usted, que se compró 30 botes de gel desinfectante para la casa y 20 tamaño bolso para que no se le pegara la gripe A, que piensa que no le va a afectar esa enfermedad, que va a cumplir los sesenta sin contagiarse porque se siente muy a gusto consigo misma y defiende la naturalidad a ultranza. Pero ¿usted no se depila, no se tiñe, no se ha arreglado los dientes? Pues tenga cuidado, mi querida amiga. No, no le estoy recomendando que se deje bigote para disimular el código de barras del labio superior, simplemente le alerto ante la facilidad de propagación de esta enfermedad. Puede estar incubando un pititismo si, además de pensar en hacerse un retoquito:
- comienza a decir frases de tipo "estoy enamorada de la vida", "una de mis aspiraciones es seguir aprendiendo como madre", "soy femenina, no feminista"
- quiere convertirse en diseñadora de joyas de la noche a la mañana
Me miran las pititas de las fotos con su ácido hialurónico recién infiltrado. Yo veo sus caras deconstruidas como la tortilla de Adriá y ellas ven la mía, también de tortilla pero del bar Paco. Y me pregunto si no va siendo hora de que me apunte a la nueva cocina.
¿Ven? El pititismo lo invade todo. En mi propia pandi, que a este paso dentro de poco va a ser cuchipandi, ya hemos comenzado a hablar del tema: que si los surcos nasogenianos, que si una rinoplastia, que si una blefaroplastia... (como verán, manejamos un vocabulario que ni el doctor Planas). Estamos siendo contagiadas por el pititismo, una pandemia que se propaga a través de las portadas del ¡HOLA! a una velocidad de vértigo, que afecta mayoritariamente a las mujeres a partir de los 40 y que tendrá su punto álgido de contagio cuando comience la operación bikini. Y la OMS sin enterarse. Nadie está a salvo, ni siquiera usted, que se compró 30 botes de gel desinfectante para la casa y 20 tamaño bolso para que no se le pegara la gripe A, que piensa que no le va a afectar esa enfermedad, que va a cumplir los sesenta sin contagiarse porque se siente muy a gusto consigo misma y defiende la naturalidad a ultranza. Pero ¿usted no se depila, no se tiñe, no se ha arreglado los dientes? Pues tenga cuidado, mi querida amiga. No, no le estoy recomendando que se deje bigote para disimular el código de barras del labio superior, simplemente le alerto ante la facilidad de propagación de esta enfermedad. Puede estar incubando un pititismo si, además de pensar en hacerse un retoquito:
- comienza a decir frases de tipo "estoy enamorada de la vida", "una de mis aspiraciones es seguir aprendiendo como madre", "soy femenina, no feminista"
- quiere convertirse en diseñadora de joyas de la noche a la mañana
- tiene en su mesilla de noche "100 personajes que hunden España" de Curri Valenzuela, a saber: Zapatero, Almodóvar, Jorge Javier Vázquez, Pilar Bardem... (pero ¡sorpresa! también aparecen Horatio Caine ¡y House en la reedición! - lo de la reedición es otra sorpresa-)
- considera que tener una mucama inmigrante es involucrarse en labores humanitarias
- le pone José María Aznar y le ve un puntito a Jiménez Losantos
- baila sevillanas
- le ha encargado un traje a Vicky Martín Berrocal para bailar sevillanas
- cree que Enrique Ponce y Paloma Cuevas son la pareja más elegante de España
¿Presenta ya alguno de estos síntomas? Pues tenga cuidad, la enfermedad acecha; empiece con los antibióticos de amplio espectro. Aunque a lo mejor siempre ha querido usted ser pitita. Si es ese su caso, ya saben: "Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma". Y, por favor, si se convierte en pitita hágase de la variedad "me lo paso todo por la peineta porque tengo pasta y edad para hacerlo", como Lomana, la duquesa de Alba, Naty Abascal o Carmen Martínez Bordiú, que han superado la barrera del ridículo. Lo único que les pido es que no intenten convencerme de que están así de estupendas porque duermen ocho horas y beben mucha agua. Y no olviden que entre el pititismo y el patetismo sólo hay una línea. De expresión.
- le pone José María Aznar y le ve un puntito a Jiménez Losantos
- baila sevillanas
- le ha encargado un traje a Vicky Martín Berrocal para bailar sevillanas
- cree que Enrique Ponce y Paloma Cuevas son la pareja más elegante de España
¿Presenta ya alguno de estos síntomas? Pues tenga cuidad, la enfermedad acecha; empiece con los antibióticos de amplio espectro. Aunque a lo mejor siempre ha querido usted ser pitita. Si es ese su caso, ya saben: "Una es más auténtica cuanto más se parece a lo que soñó de sí misma". Y, por favor, si se convierte en pitita hágase de la variedad "me lo paso todo por la peineta porque tengo pasta y edad para hacerlo", como Lomana, la duquesa de Alba, Naty Abascal o Carmen Martínez Bordiú, que han superado la barrera del ridículo. Lo único que les pido es que no intenten convencerme de que están así de estupendas porque duermen ocho horas y beben mucha agua. Y no olviden que entre el pititismo y el patetismo sólo hay una línea. De expresión.