sábado, 31 de diciembre de 2011

Campanadas a medianoche

PUBLICADO EL 27 DE DICIEMBRE EN LA VERDAD

Tengo el gafe con la Nochevieja. En la última noche del año siempre me han ocurrido toda una serie de catastróficas desdichas: desde los calamares rellenos que me sientan como un tiro hasta las uvas malignas que se me atragantan (una vez mi madre estuvo a punto de hacerme una traqueotomía con el cuchillo jamonero y un boli BIC), han sido varios los desastres que me han hecho empezar el año maltrecha en el sofá haciendo zapping por todos los especiales de Nochevieja, justo castigo por no haber seguido los consejos de Rappel, porque nunca he llevado ropa interior roja ni, por supuesto, tampoco le he echado un anillo de oro al cava; con mi historial hubiera acabado tragándomelo.

Pero como todo es susceptible de empeorar, ha empeorado: este año Isabel Pantoja, gafe reconocida mundialmente, dará las campanadas, por lo cual su mala calafá y la mía juntas pueden hacer que, efectivamente, 2012 sea el año del fin del mundo y no nos salve ni John Cusack. La única esperanza que me queda es que Vasile haya deshecho el maleficio con el poder sanador del millón de euros que le ha pagado a Pantoja tras fichar por Tele 5 (yo en eso sí que creo, que le tengo mucha fe a los cuartos: te dan un buen puñao y se te quita el mal de ojo). Y aquí estoy, debatiéndome entre las uvas de la ira de la Pantoja y las uvas en almíbar de Igartiburu. Mi suegra, que siempre ha sido una mujer valiente pero que ahora ya es una temeraria, dice que no me preocupe, que desafiando a todas las fuerzas negativas del universo nos vamos a tomar las uvas con Isabel, que contrarrestaremos la maldición trianera con un conxuro galego y que nosotras vemos a la Pantoja pase lo que pase (mi suegra sabe que Isabel se llevó a su hermano Agustín de personal shopper, por lo que espera ansiosa el desparrame estilístico). Pero, a pesar de todo, yo no lo tengo tan claro: seguro que, en cuanto den las doce campanadas, me van a pasar más desgracias que al Coyote. Así que si ven que empieza el año y no hay columna, vayan a visitarme al Hospital de Santa Lucía. Y llévenme una caja de Godiva y el ¡HOLA!, pero si sale Pantoja arranquen la página, que esta tía me remata en el hospital. Gracias anticipadas.

martes, 27 de diciembre de 2011

Felicitaciones

PUBLICADO EL 20 DE DICIEMBRE EN LA VERDAD

Una tarjeta: sólo me ha llegado a casa una tarjeta felicitándome las Navidades. En cambio, el correo electrónico lo tengo llenetico de postales virtuales con estrellas, abetos y villancicos versionados por el tío de la cabra. Que sí, que es más barato y más cómodo, y agradezco sinceramente que hasta Toldos Encarnita se acuerde de mí, pero ¿dónde están las tarjetas de Ferrándiz y de Unicef? ¿Ahora qué cuelgo en el árbol? ¿El iPad? Y eso por no hablar de los mensajes de Nochebuena: una se cree que conoce a sus amigos hasta que le llega al teléfono “Un puñado de turrón bastará para la Navidad, pero un puñado de tu amistad me alimentaría de por vida”. Y entonces te preguntas quién es ese tipo con el que has estado tomándote las copas los últimos veinte años.

Definitivamente son tiempos nuevos, tiempos salvajes: antes el pistoletazo de salida de las Navidades (después de El Corte Inglés, claro, que a este no hay quien le gane, con los turrones en los expositores mientras aquí todavía tenemos arena en los bolsillos) lo daba la felicitación de Norma Duval desde el ¡HOLA!, con Marc Ostarcevic embutido en un traje de chaqueta que brillaba más que la estrella de Navidad y los críos con ese corte de pelo a lo paje (à la page, que diría Norma, que para eso estuvo en el Folies Bergère) que hace nacer en los niños un rencor hacia sus progenitores que no pude curar ni varios años de terapia. Pero ahora son la Duquesa de Alba y Alfonso Diez los que “nos reciben en el Palacio de Liria en sus primeras Navidades de casados”. Cayetana posa para la revista en su residencia de tres mil quinientos metros cuadrados con su Oscar de la Renta, sus joyas Van Cleef & Arpels de su colección privada y su Alfonso siempre detrás, en un tierno gesto de apuntalamiento. Curiosa exhibición patrimonial en un momento en que Cayetano Martínez de Irujo afirma que en la Casa de Alba la cosa está muy achuchá. ¿Habrán hecho el posado para ahorrar en sellos? Pues pensándolo bien, ni correos electrónicos ni postales de Ferrándiz: si la Duquesa les felicita las Pascuas desde el ¡HOLA!, yo lo voy a hacer desde LA VERDAD, con mi camiseta de Zara y mi colección privada de joyas (sí, los pendientes de perlas, que no tengo otra cosa). Feliz Navidad.

martes, 20 de diciembre de 2011

Cuarentones y extraterrestres

PUBLICADO EL 13 DE DICIEMBRE EN LA VERDAD

Me encuentro con J. L. 25 años después de salir de los Maristas. J. L. era uno de esos chicos a los que la llegada de las niñas en COU sumió en un estado de enrojecimiento y tartamudez pero, por lo visto, el hombre se ha espabilado, porque después de los “¡Madre mía, cuánto tiempo!” de rigor, me mira de arriba abajo y me suelta “Estamos cuarentones, ¿eh?”. Así, sin anestesia. Y yo, haciendo gala de toda mi educación, le respondo con un “Sí, sí”, en lugar de soltarle un “¡¡¡Sha-tarr!!!” y dejarlo patitieso (como estamos en horario protegido lo escribo en vulcaniano para que sólo lo entienda Mr. Spock, porque si lo digo en cristiano me parece que esta va a ser mi última columna). Y sí, servidora ha envejecido porque, aunque hable vulcaniano con acento cartagenero, no soy extraterrestre. Igual que Carrie Fisher, que tampoco nació en el planeta Alderaan por mucho que se empeñe George Lucas, y que es la autora de un monólogo descacharrante llamado La verdadera historia de la princesa Leia donde la actriz desgrana su vida con una acidez tremebunda. Cuenta que un día encontró en Google un mensaje que decía “¿Qué ha pasado con Carrie Fisher? Estaba muy buena. Ahora se parece a Elton John”. Y la Fisher se pregunta en qué momento firmó un contrato invisible para mantener el mismo aspecto los siguientes 30 años. Pues lo mismo me pregunto yo: ¿cuándo firmé un contrato para permanecer 25 años después igual que en COU? Obviamente, si lo firmé lo he incumplido.

Pero les revelaré una cosa: hay seres entre nosotros que sí cumplen ese contrato infernal porque presentan la misma apariencia que hace varias décadas. Pertenecen a una raza superior por la que no pasa el tiempo, ya que a partir de los 40 se mantienen crionizadas en las cabinas de belleza de Maribel Yébenes. Al igual que los vulcanianos, tienen un saludo propio (se dan dos besos en las mejillas sin rozarse) y un idioma caracterizado por acabar las palabras alargando la última sílaba (“Fenomenaaal”, “Ideaaaal”) y acentuar las íes hasta el paroxismo labial (“Monííísimo”, “Riquííísimo”). Esa falta de envejecimiento, ese lenguaje característico, ese usar la talla 38 durante años… entre ustedes y yo: son extraterrestres. No, disculpen, por motivos de seguridad no puedo dar nombres, pero si están atentos seguro que las identifican. Porque la verdad está ahí fuera.

Control Z

PUBLICADO EL 6 DE DICIEMBRE EN LA VERDAD

He perdido ya la cuenta de la cantidad de veces que meto la pata al cabo del día, de hecho mi nivel se acerca tan peligrosamente a la prima de riesgo que estoy al borde de la intervención (quirúrgica, que ya está el doctor House afilando el bisturí para abrirme la cabeza y ver qué pasa). Y lo primero que hago cuando me equivoco es pulsar mentalmente Ctrl Z, pero nada: no se puede deshacer. ¿A usted también le pasa? Me lo temía. Y no somos los únicos: la Casa Real tiene las teclas medio borradas de tanto que le está dando para intentar suprimir lo de Urdangarín, y Vasile las ha pulsado por primera vez en su vida pidiendo perdón a los anunciantes tras el desastre de La Noria, aunque Vasile sólo ha empezado a preocuparse cuando ha visto que en lugar de darle a la tecla de sumar le daba a la de restar. Pero la pifia ya está hecha, oiga.

Y ya que no disponemos del Ctrl Z, al menos podríamos tener un Ctrl G para guardar los momentos más bonicos, esos en los que la vida parece un anuncio de El Almendro. O contar con la ayuda de los comodísimos Ctrl C y Ctrl V: haces un cocido con pelotas, lo copias y lo pegas hasta tener reservas en el congelador suficientes para aguantar una revuelta vegetariana encabezada por Morrissey al grito de “Meat is murder”. O un Reemplazar: cambio novio enclenque y descolorío por Hugh Jackman. O un Eliminar, radical pero efectivo; además, si luego te arrepientes de actuar como el quinto jinete del Apocalipsis, siempre puedes ir a la Papelera de Reciclaje. Y del Photoshop, ni hablamos: hasta que sepan cómo trasladarlo al mundo real tendremos que conformarnos con las técnicas analógicas y pleistocénicas de Sara Montiel, que obligaba a poner una media en la cámara cada vez que la fotografiaban para difuminarle las arrugas (yo estoy por ponérmela directamente en la cabeza, que seguro que difumina más). Pero de momento hay que aguantar el tirón, los errores, sus consecuencias, las patas de gallo y los novios feúchos. Aunque yo no pierdo la esperanza del todo: ahora que me tiene con la cabeza abierta, voy a darle a House dos Vicodinas a ver si lo convenzo para que me instale la última versión del Windows. Y, de paso, que me conecte a la Wi-Fi.

Laca

PUBLICADO EL 29 DE NOVIEMBRE EN LA VERDAD

Servidora siempre intenta aprender de las grandes, y como Isabel Preysler dice que ser elegante consiste en ir adecuada para cada ocasión, el jueves me puse de laca hasta las cejas para ver a Raphael y el sábado me dejé crecer las patillas para ir al concierto de los Fleet Foxes: nuestros amigos J. y J. se habían propuesto sacarnos de la caverna musical en la que vivimos y nos invitaron a verlos. “Os van a gustar”, nos dicen. Y es verdad: nos gustan. Y el público es ideal, todos tan bonicos, tan modernos (“Hay modernos pero de verdad, eh, de los que no se ven por aquí” apunta mi marido, aunque para él un tío con un pañuelo al cuello ya es el colmo de lo fashion) y, sobre todo, tan formalicos: no es que estos muchachos barbudos sean el colmo de la marcha y te hagan saltar del asiento para bailar un chuminero, no, que son más de fondos interestelares y armonía vocal, como si los de Mocedades se hubieran hecho hippies en Seattle, pero la gente no se pone en pie. Todos sentaditos como en un autocine; de lujo, eso sí, que el Auditorio El Batel es una monería (disculpen mi ignorancia en cuanto a términos arquitectónicos, pero a mí no me sacan del “¡Qué grande!, ¡Que chulo!” o del “¡Es espectacular!”).

En cambio, las fans de Raphael eran (éramos) unas locas: cuando sale Raphael le grito “¡Guapo! ¡Guapo!”. “Pero si desde aquí no se le ve la cara” me dice la señora del asiento de al lado. Es verdad. Entonces pienso en la cara de Rafael ¡y se me aparece Juan Ribó! ¿Ven?, otra secuela más del abuso de las miniseries: desde Felipe y Letizia en lugar de ver al Rey veo a Puigcorbé. Y a partir de ahí “¡Coqueto!, ¡Ole!, ¡Vamos, Rapha!”, y las señoras (y no tan señoras, que había chicas trendysísimas) de pie bailando yeyé o lo que fuera aquello que bailaban (bailábamos). Y cuando canta “Escándalo” ya es el acabose, la apoteosis, la traca final. Lo cual demuestra que, con la edad, una se convierte en una vieja dama indigna, que dice Esther Tusquets, y hace y dice lo que le da la gana, sin atender a formalismos. O también puede ser que tanta laca nos provocara un subidón masivo: qué barato sale colocarse con Elnett de L’Oréal.

Salir del armario

PUBLICADO EL 22 DE NOVIEMBRE EN LA VERDAD

“¡Qué decepción!”, me wassapeó mi amigo M. “¡No enseña nada!”. Esperaba la reacción de M., un hombre con tal personalidad que lleva años diciendo que le pone Terelu, porque si Terelu tiene valor para salir en el Interviú sabiendo lo que le espera, más valor hay que tener para admitir que te gusta, aunque parece que desde la publicación de las fotos hay cada vez más tíos que reconocen que está buenorra: no estás solo, M. Otra valiente: mi amiga C. confiesa que cada vez que ve a Georgie Dann le entran ganas de hacerle el Bimbó; a mí, en cambio, me dan ganas de hacerme el harakiri. La libido es una cosa extraña: uno tiene a su disposición a los hombres y a las mujeres más atractivos del mundo para fantasear y elige a Terelu o a Georgie Dann. Hasta Bárbara Rey, que dijo que le habían tirado los tejos algunas de las mujeres más guapas de este país, tuvo su primera y última noche heteroflexible con Chelo García Cortés. Estoy esperando que en cualquier momento alguien suelte en una cena que le gusta el feo de los Hermanos Calatrava (¡como si el otro fuera guapo!). Debe ser que, a partir de los cuarenta años y dos gin-tonics, uno reúne arrestos para salir del armario y confesar sus gustos más ocultos aunque, en algunos casos, se roce la parafilia.

En cambio otros, en vez de salir, entran en el armario: asustadas tras la presión social, las empresas retiran la publicidad de La Noria (a ver quién es la primera que sale y se vuelve a anunciar en el programa) y al pobre Jordi González casi lo tienen que sondar porque no hay intermedios. Si seguimos así, dentro de poco el público que acuda a los programas de Tele 5 aparecerá pixelado para que nadie lo reconozca, y en la carnicería sólo se hablará de Redes, no sea que si se te ocurre comentar que Antonio Tejado no le pasa la pensión a Chayo mientras pides medio kilo de ternera para guisar, te critiquen en el barrio. Que ya me lo decía mi abuela: “Tú no te señales, hija”. Y yo lo intento, pero es que mi tendencia natural me lleva más a hablar de los pelos de Punset que de la manipulación de la materia a escala atómica y molecular. Y claro, así me va: la ternera estaba dura.

Esta abuela es un peligro

PUBLICADO EL 15 DE NOVIEMBRE EN LA VERDAD

Jefe, necesito cinco columnas. Sólo tengo 400 palabras para glosar el kiki de Kiko, el que va a hacer abuela a Isabel II de España y I de Cantora (Isabel I sigue siendo Preysler hasta nueva orden, cuidao ahí), y eso no es justo, que Isabel, mi Kiko y mi Jessi tienen 17 páginas en ¡HOLA! para contar el embarazo, 17 páginas que si usted es propenso a las subidas de azúcar no le recomiendo en absoluto: sólo le digo que una comedia de Doris Day y Rock Hudson es Viernes 13 al lado de este derroche de amor y felicidad. En las fotos, tomadas en un lugar indeterminado que simula un hogar pero que parece una tienda de Muebles Rey, los protagonistas juegan al Enredos (tú pon el brazo aquí, yo la cabeza allá, y ahora ella te mira a ti y yo te cojo la manita, y ahora mamá me besa y tú nos miras) aunque realmente a lo que juegan Kiko y Jessi sobre una alfombra es al backgammon; yo hacía más a Kiko del FIFA 2012, pero por lo visto el atrezo de la paternidad lo ha convertido en un intelectual. Y entre tanto lío de abrazos, sonrisas y besos Jessi y Kiko cuentan cómo se enteraron del feliz acontecimiento (Jessi no podía esperar y se hizo el Predictor en una cafetería), cómo Kiko le pidió la mano (el anillo no salía del bolsillo del pantalón, se ve que iba un poco prieto el muchacho) o cómo es él (“Cuéntanos cómo es Francisco en zapatillas de estar por casa, Jessi”, preguntan, “Qué va, yo soy más de chándal”, responde Kiko. Sinceridad brutal). Y todo ello narrado en un tono que sonrojaría a la mismísima Corín Tellado, en loa constante a la ya Santísima Trinidad de Isabel (madre, viuda y abuela), porque desde esa noche en que DJ Kiko salvó la imagen de su madre en Supervivientes (Last night a Dj saved my life tenía que haber cantado Isabel, en lugar de Porque me gusta a morir) cualquier excusa es buena para rehabilitar públicamente la figura de Pantoja. Pero no se dejen engañar, que esta abuela es un peligro, que nos queda mucho por pasar, que dicen que está vendido un pack completo de anuncio de embarazo, boda, luna de miel y bautizo por 850.000 euros, que…¡uy, jefe!, esto se acaba… ya llevo 397 palabras… jefe… ¡jefe!