PUBLICADO EL 29 DE JULIO DE 2012 EN LA VERDAD
Mi santo es olímpico. Pero olímpico de los buenos, capaz de desayunarse una tostada de ciclismo en ruta, merendar café con bádminton y acabar por el piragüismo en aguas bravas. Y todo ello sin moverse del sofá. La tragedia es que han comenzado las Olimpiadas y en la playa tenemos una tele. UNA. Dicen que el mayor número de divorcios se producen en verano, pero este año aumenta seguro. Se lo digo yo, que en esto de broncas televisivas tengo un máster: media hora poniéndonos de acuerdo en la película para que el tío se quede durmiendo a los cinco minutos, se despierte en los títulos de crédito y me diga “¿Qué ha pasado?”. Y ¡hala, ya tenemos fiesta!
Mi santo es olímpico. Pero olímpico de los buenos, capaz de desayunarse una tostada de ciclismo en ruta, merendar café con bádminton y acabar por el piragüismo en aguas bravas. Y todo ello sin moverse del sofá. La tragedia es que han comenzado las Olimpiadas y en la playa tenemos una tele. UNA. Dicen que el mayor número de divorcios se producen en verano, pero este año aumenta seguro. Se lo digo yo, que en esto de broncas televisivas tengo un máster: media hora poniéndonos de acuerdo en la película para que el tío se quede durmiendo a los cinco minutos, se despierte en los títulos de crédito y me diga “¿Qué ha pasado?”. Y ¡hala, ya tenemos fiesta!
Con tantas retransmisiones televisivas a mi santo se le van a poner los
ojos más redondos que los aros olímpicos. Y va a echar una barriga tremenda, que
en este país hacemos deporte igual que hacemos la revolución: sentadicos. Si
todos los que ven deporte en la tele lo practicaran, seríamos una raza de
superhombres. Y si todos los que nos quejamos desde el sofá saliéramos a la
calle, también. El único récord olímpico que batimos es el de subir mensajes al
muro del Facebook, que uno se subleva más a gustico con el aire acondicionado a
toda mecha que a pleno sol.
Pero el que se va a sublevar de verdad es mi santo cuando vea que hablo
de él: no quiere ni que le miente. No se da cuenta de que estar casado con una
columnista de éxito tiene estas servidumbres. No entiende que yo me debo a mi
público, como las folclóricas. Así que, si Isabel Pantoja le mandaba mensajes a
Julián Muñoz en sus canciones, yo los envío a través de la columna, pero sin
encriptar, bien clarico: COMPRA OTRA TELE. Porque si no tengo mi ración diaria
de circo, lo mismo me tiro a la calle con una pancarta en una mano y una
antorcha en la otra. Y entonces sí que la vamos a liar.