PUBLICADO EN LA VERDAD EL 11 DE DICIEMBRE DE 2012
Llevo un pelo criminal. Parece que la Sole me
dio con el mechero, pero encendido, porque está quemadísimo gracias a las
planchas del demonio, así que acudo a mi peluquero como si fuera la Virgen de
Lourdes. “Córtame un dedico”, le digo, olvidándome con las prisas de que ellos
miden un dedo pero en vertical, no en horizontal, que los peluqueros españoles
parecen ingleses y nuestras unidades de medida nunca coinciden con las suyas.
Al final me deja más pela que un haba.
El ratico de la peluquería da para mucho:
mientras te cortan, alisan, cardan y tiñen, tú vas soltando por esa boca que si
el crío, que si el trabajo, que si el marido, que si hazme algo que me lo pueda
apañar yo en casa que estoy sin un duro y no puedo venir hasta el mes que
viene. Y ellos de pie aguantando mecha. O creando drama: a un peluquero con
ínfulas de estilista le pides que te eche unos reflejos en tu melena negra
zahína y te deja como a Isabel Tocino. Y ya está la tragedia servida: ahora, a
vivir como una rubia pepera hasta que se te caigan las mechas. Estos dramas
peluqueriles los conocemos las mujeres desde siempre, y nos llevan a cambiar
más de peluquero que de novio, pero, en cambio, los hombres muestran una
fidelidad extraordinaria en este terreno: mi santo dejó de ir al suyo de toda
la vida por causa mayor; que se murió el peluquero, vamos. Era de esa estirpe
casi extinta de peluqueros futboleros que echaban un poquico de agua con un
spray para cortar el pelo mientras criticaban la alineación del Efesé. Tras
recuperarse de la pérdida, encontró al segundo y, desde entonces, le ha seguido
por todas las peluquerías por las que ha pasado. “Es que me ha cogido el aire”,
me dice, lo que equivale a que durante los últimos veinte años le ha cortado el
pelo igual. Y él, tan feliz, leyendo la prensa sin abrir la boca mientras el
otro le repasa las patillas. Yo a mi peluquero tampoco le cuento mucho, que una
ya no se fía: miren a Rosa Benito, tantos años cardándole el pelo como una ola a
Rocío Jurado y ahora cascándolo todo. Que me hago famosa de la noche a la
mañana y sale el mío diciendo que si tengo canas. Y eso es mentira.
2 comentarios:
Tener un buen peluquero es fundamental. Como dije en un post, ellos gobiernan el mundo.
Yo estoy totalmente enamorado de mi peluquera, la cual tiene encima actualmente el control sobre mi relación conyugal. Vamos, que se la presenté a PITICLI y ahora nos lleva a ambos.
Me río yo del poder de la Celestina.
Mi peluquero también nos lleva a mi santo y a mí. Lo malo que tiene eso es que no puedo desahogarme con el peluquero poniendo a caldo a mi marío, por si luego se lo casca. ¿O hay algún juramento de confidencialidad peluquero-cliente?
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