PUBLICADO EN LA VERDAD EL 28 DE JULIO DE 2013
La primera vez que fui a casa de mi suegra, un olor desconocido me tumbó
de espaldas cuando abrió la puerta. “Ay, eso es el unto”, me dijo. Y ese día
probé el caldo gallego. Y después llegaron el pulpo à feira, el lacón con
grelos, los viajes a Ferrol (que tanto recuerda a Cartagena), los “¡Funga,
funga!” que les decía a sus nietos para que se sonaran los mocos y los “Fuerais
unos canfurneiros” que nos soltaba cuando montábamos algún lío. Mi suegra, que vive
en Cartagena desde hace más de cincuenta años, sigue llevando a Galicia en el
corazón y en la boca.
Los gallegos y los cartageneros siempre hemos estado unidos por el mar:
cuando éramos pequeños, no era raro encontrarte en el colegio con compañeros apellidados
Couce o Cendán, hijos de un marino que había conocido a su mujer en la otra
punta de España. De hecho, nos une hasta un apóstol: dice la leyenda que
Santiago llegó a España desembarcando en el
barrio de Santa Lucía. Lo que nadie pensaba es que el día en el que se celebraba su festividad
se iba a convertir en el más trágico, en el más terrible, en el que nos iba a
llenar los ojos de lágrimas, de desastre y de pena. Pero este día triste
también nos traído imágenes de cientos de personas haciendo cola para donar
sangre, de vecinos sacando a los heridos de los vagones, de gente que llevaba
mantas para cubrir a los muertos y arropar a los heridos, de camillas
improvisadas con un tablero de madera, de profesionales que han acudido a
ayudar en lo que podían. Lo único que espero ahora es que todo este cariño y
esta solidaridad inicial sigan llegando hasta allí. Porque esa es miña, nostra,
terra galega.
1 comentario:
Terrible. Galicia, tierra increíblemente rica en patrimonio (arquitectónico, natural, gastronómico...) parece saber sufrir con enorme dignidad.
El chapapote, el narcotráfico,los escándalos de la Diputación, esto...
Yo la sueño despertando y tomando las riendas. Dejando paso a tanta gente capaz apartada.
Un abrazo inmenso.
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