PUBLICADO EL 4 DE AGOSTO DE 2013 EN LA VERDAD
No se me asusten por el título de la columna, que no voy a hacer un
ensayo sobre la obra de Albert Camus, más quisiera yo que la cabeza me diera
para eso. Es porque me voy a Francia. Al extranjero. Allende los Pirineos.
Tachando estoy los días en el calendario como si fuera una Bárcenas entalegada:
qué año más largo, y más duro, y más feo. Pero ya está, c’est fini, que me
piro, vampiro, a echar por tierra la Operación Bikini a base de vinos del
Languedoc-Rouisillon, de cruasanes con mantequilla y de quesos más pestosos que
el dormitorio de un adolescente.
Eso sí, cuando mi santo y yo salimos fuera de España parecemos Paco
Martínez Soria y Laly Soldevilla, que nos sacan de las Islas (Menores) y nos da
un cólico miserere. A mi santo le tira pa tras lo del idioma, pero es llegar a
un bar, ver el escudo de algún equipo de fútbol y pillar hebra con el paisano,
que “Son 11 contra 11” y “No hay enemigo pequeño” lo sabe decir hasta en
esperanto. Es lo que tiene ser licenciado en Fútbol Mundial. Yo soy más de
Grado Superior en Monarquías Contemporáneas, pero ¡ay!, en Francia hay
república y ya no está Carla Bruni, así que tendré que empezar a chanelar algo
de francés. No parece muy difícil, que he visto cien veces el video de Tip y
Coll de cómo llenar un vaso de agua y es todo cuestión de poner boquita de
piñón y de mucho gargajo. Así que cojo mi maleta (mon maletón) y me largo (me
largòn). Eso sí, los Orfidales me los voy a dejar, que estos se enteran de que
soy española y me hacen un control antidoping en menos que canta un gallo, que
son muy suyos. Están locos estos gabachos.
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