miércoles, 11 de septiembre de 2013

Niños y pelotas


PUBLICADO EL MARTES 10 DE SEPTIEMBRE EN LA VERDAD

Ayer empezó el cole. Y con él los ojicos legañosos, los date prisa que no llegamos, las carteras que pesan como una condena, los bocadillos de chorizo del recreo, los deberes y las clases extraescolares, muchas clases extraescolares, más, tantas que sincronizar las agendas requiere más tino que organizar el G-20. Pero oigan, si todos los niños van a aprender las cosas más peregrinas del mundo el mío no va ser menos, no sea que me lo marginen por no tener nociones de chino mandarín con nueve años. Por eso, este curso le propuse varias actividades a las que apuntarse: teatro, ajedrez, esgrima y piano. Todo muy integrador y muy igualitario y muy divino y muy de prepararle para el futuro, que desde que las monarquías se mezclan con el pueblo una nunca sabe si estará educando a un futuro rey consorte. Pues no: el tío se ha apuntado a fútbol. Y, encima, portero, para que lo convoquen hasta los días de fiesta nacional.

Ya me veo yendo a los partidos todos los fines de semana, algo que me gusta tanto como meterme astillas debajo de las uñas. Pero menos aún me gusta ver cómo nos comportamos los padres cuando juegan nuestros hijos: nos paseamos alrededor del campo gritándoles que suban por la banda, que suelten la pelota, que la pasen, les recriminamos los errores, les apretamos las tuercas para que jueguen como si fueran profesionales. Y, si no los convocan, entonces le montamos el pollo al entrenador, que mi Jonathan es un delantero que te cagas, míster, que no te enteras, que has puesto al David porque eres amiguico de su padre, que ya sé yo de qué va esto. Al final se nos olvida que no son más que un grupo de críos dándole patadas a un balón, que cuando termina el partido y llegan sudando, con las mejillas encendidas y el pelo revuelto, lo único que hay que hacer es darles muchos besos si han ganado y más besos aún si han perdido. Y a otra cosa. Eso sí, por mucho empeño que yo ponga en convertirme en una buena madre de futbolista, no se me va de la cabeza que Paquirrín jugó en los alevines del Real Madrid. Y si el futuro que le espera a mi chiquillo es ser DJ, salir con chonis del Interviú y tener 30 kilos de sobrepeso, lo desapunto mañana mismo. Lo juro por San Íker.

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