jueves, 2 de enero de 2014

Nochevieja


PUBLICADO EL 31 DE DICIEMBRE DE 2013 EN LA VERDAD
Ya lo sé: últimamente me curro poco los títulos y menos los temas, pero yo no tengo la culpa de que este año las columnas hayan caído en Nochebuena, Nochevieja y ¡uy!, casi en Reyes, que para no gustarme la Navidad me estoy hinchando. Así que he decidido dejarme llevar por el calendario y marcarme una trilogía que ni la de Nueva York.
Y hoy toca Nochevieja, el último día del año, el día de las listas. De dos, en concreto: la de los hechos y la de los propósitos. La de los hechos la encuentran ustedes en todos los medios que hacen balance del 2013: los personajes más influyentes, los sucesos más destacados, las fotos del año, las películas más vistas, los libros más leídos. Pero no se preocupen, que como estoy saturá perdía con tanto inventario, la única lista que voy a hacer es la de la compra, que mucho marrón glacé, mucha hueva y mucho foie pero no tengo ni un mal yogur que echarle a mi bífidus. Además, para qué tanto repaso del año, si lo que hoy es noticia mañana será mierda de pavo: las mejores pelis de 2013 serán pirateadas, las canciones más escuchadas acabarán destrozadas por los Supersingles y las bodas del año terminarán en divorcio y/o anulación, dependiendo de la pasta de cada uno. Ya saben, no somos nadie, y menos en cueros.
La otra lista, la de los buenos propósitos, es la que usted y yo hacemos después de ver que en septiembre no cumplimos ni una sola de las cosas que nos prometimos: desterrar de nuestras vidas las grasas saturadas, aprender inglés, volver al gimnasio, pintar la casa (la mía tiene ya tantas manchas de humedad que estoy empezando a ver las caras de Bélmez) o sacar más tiempo para nosotras, el consejo preferido de las revistas femeninas. Y sí, creo que entre cocinar, trabajar, llevar al crío al colegio, recogerlo, los deberes y las extraescolares, me van a quedar cinco minutos para sonarme los mocos con tranquilidad y encontrarme a mí misma. Pero miren, ahora tenemos una segunda oportunidad para intentar llevar a cabo nuestros objetivos. O de volver a fracasar, en mi caso, porque ¿cómo voy a empezar bien al año si esta noche me voy a poner como Las Grecas? Es que con resaca no hay manera de hacer nada. Hasta el año que viene.

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