miércoles, 16 de abril de 2014

Bizcochos


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 15 DE ABRIL DE 2014

Mi cuñada L. viene a comer con dos bizcochos bajo el brazo. A L. le salen los bizcochos que parecen una promo de Canal Cocina: altos, esponjosos, jugosos, superlativos. Yo, en cambio, cada vez que intento hacer uno anoto un fracaso más en mi vida. Hacer un buen bizcocho es otra prueba más que se nos exige a las mujeres: tenemos que ser monas, delgadas, profesionales y reposteras. Ah, y tortilleras, que si los bizcochos son un reto personal, no les digo nada de la tortilla de patatas: a mí me sale deconstruida, pero no al estilo de Ferran Adrià, sino al de Berlín tras los bombardeos de la II Guerra Mundial.

Podrás ser buena cocinera, porromponpón, Manuela, pero con tanto régimen y tanto moderneo se nos está olvidando la cocina tradicional, esa en la que no existen ni los gramos, ni los centilitros, ni los minutos: en la cocina de las madres todo se mide en puñaos, pizcas y chorricos, el caldo se echa a ojo, harina, la que pida, y los tiempos de cocción se reducen a “un ratico”. Y apáñatelas como puedas. Pero ahora, que tras años de ensayo y error he conseguido convertir las proporciones de mi madre en una unidad de medida occidental y ya puedo hacer sus recetas como Dios manda (menos el bizcocho y la tortilla, que nada, que no me salen), por culpa de los kilos tengo que controlar las grasas, decir adiós a los carbohidratos y despedir a los azúcares. Pasarse la vida a semi dieta es como pasarla de medio luto: tienes ganas de darle una alegría al cuerpo, pero no te atreves porque hay que hacer lo correcto. Porque hay que estar sanas e idealas. Porque el sacrifico más grande del mundo es hacerle a tu hijo un filete empanado con patatas fritas y croquetas mientras tú cenas espinacas hervidas y un té drenante que sabe a infusión de flores de cementerio. Que mucho mandar sondas a Marte, pero la NASA ya podría dar con la piedra filosofal: comer sin engordar. O comer sin sentirnos culpables. Quizás por eso desinflo bizcochos y destruyo tortillas: porque no me las puedo comer. Mi subconsciente debe de tener más rencor acumulado que Mercedes Alcántara. Voy a comentárselo a mi psicoanalista, no sea que mi Superyó la emprenda también con el cocido de pava con pelotas. Y eso sí que no.



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