miércoles, 18 de febrero de 2015

Ilustres ignorantes


Publicado en La Verdad el martes 17 de febrero de 2015

Decía La Rochefoucauld que hay tres clases hay de ignorancia: no saber lo que debiera saberse, saber mal lo que se sabe, y saber lo que no debiera saberse. Y mi abuela, que no leía a Rochefoucauld ni falta que le hacía, decía que a todos los tontos les da por lo mismo. Touché.

Strauss-Kahn ha declarado que él no tenía ni idea de que las chicas que iban a sus orgías eran prostitutas. Los clientes de la red de prostitución de menores desarticulada hace unas semanas en Murcia no eran conscientes de que algunas de las muchachas que contrataban no habían cumplido los dieciocho años. Berlusconi tampoco sabía que Ruby era menor de edad, ni que a las velinas que acudían a sus fiestas se les pagaba a cambio de sexo. Y así una larga lista de ilustres ignorantes convencidos de que las chicas jn ﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽n con su experiencia ysu sabidur un tipo que podran porque hace una calor que pa qupor su fina estampa, cuerdo a Pajaróvenes, jovencísimas, se tiran a su bragueta por su fina estampa, que caen rendidas a sus pies ante su experiencia y sabiduría. Creen que a las zagalas les encanta ir a saraos donde las persigan los remedos de Pajares y Esteso más que a las discotecas, que se los trincan porque la ilusión de toda muchacha es zumbarse a un viejo baboso y barrigón, que se les ponen los ojos en blanco de forma natural cuando ven a un tipo calcao al padre de Jesulín de Ubrique, que les encanta frungir con gordos bañados en Varon Dandy, que no hay cosa que más les mole que un viejo en elástica sport y calcetines con el pinganillo asomando. Y si los calcetines se los ha regalado su santa por el Día del Padre, ya ni les cuento: le hacen hasta el helicóptero.

Pobres ilusos, pobres pavos preñaos henchidos de vanidad y arrogancia, pobres primos hermanos de Jaimito. Pobres. Son tan, tan tontos que no se percataban de la doble desigualdad, económica y generacional, que existe entre ellos y las chicas, ni de lo sórdido que es ni del asco que tiene que dar acostarse con alguien por dinero. Por eso lo mejor es tatuarles una “G” de gilipollas en el culo, para que no se les olvide que por lo único que las chavalas les echaban mano al paquete era para poder después echársela a la cartera. A ver si así, la próxima vez, se dan cuenta.

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