miércoles, 17 de junio de 2015

ISABEL Y EL ESCRIBIDOR


PUBLICADO EN LA VERDAD EL 16 DE JUNIO DE 2015

Los columnistas invocamos últimamente el espíritu de Julio Camba y el de Francisco Umbral tanto como los madridistas el de Juanito. Y, en semanas como ésta, más aún, porque nadie retrató a Preysler mejor que Umbral. Cuando se casó con Boyer y se retiró del faranduleo, Umbral escribió: “Por lo que tiene de heroína de Balzac, de Stendhal, nunca de Flaubert, un poco de Marcel Proust -¿Odette?-, nos decepciona literariamente su actual felicidad de gente bien, de señora formal, de dama estable”. Pero, después de que su felicidad de señora formal acabara abruptamente tras la muerte de Miguel Boyer, Preysler ha vuelto a ser la heroína de una revista por entregas, demostrando una vez más que tiene rostro de cariátide pero alma (y cuerpo, ¡maldita sea!) de adolescente, que el bótox le ha helado el gesto pero no el sentimiento, y que su corazón palpita como una patata frita. Tras la grisura de las elecciones y los pactos, al fin un rayo de luz.

Isabel, dispuesta a recuperar su sitio mediático entre Adas, Manuelas y Susanas, ha plantado sus reales y se ha liado con Vargas Llosa. Y como Mario no estaba encima del armario sino dentro, separado sin separar, Preysler lo ha sacado a patadas del clóset, que dicen los finos: si la tía Julia, la primera mujer del peruano, escribió “Lo que Varguitas no dijo”, Patricia, la esposa que no sabía que era ex, podría escribir la segunda parte. De momento, se ha estrenado en el relato breve enviando un comunicado en el que afirma que ella y sus hijos están sorprendidos y muy apenados por las fotos aparecidas en una revista del corazón, ya que hace apenas una semana estuvieron celebrando su 50 aniversario de bodas. Las bodas han sido de oro, sí, pero del que cagó el moro.

Desgrasada en carnes, descumplida en años y enamorada de nuevo, Isabel ha subido otro escalón en la cadena alimentaria (los mismos que su amiga Carmen Martínez-Bordiú va descendiendo): primero un cantante, después un marqués, a continuación un ministro y, para rematar, un Premio Nobel. Sólo le falta alguien de la curia romana para haber pasado por todos los estamentos superiores. Y me da que, como se encuentre con monseñor Gänswein, el guapísimo, divino y humano secretario de Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia, tarda dos segundos el arzobispo en colgar su hábito de Prada. Que Dios te bendiga, Isabel.




Los Vargas Preysler ya han bendecido su unión por el rito holístico


2 comentarios:

Hong Kong Blues dijo...

Porque no pasará, pero si un día Isabel escribiera unas memorias sin censuras y con muchas fotografías sería el mejor retrato de cierta España reciente.
¡Besos!

Rosa Palo dijo...

Las suyas y las de Pantoja: la historia de un lado y de otro (la España del charme y la España de la pandereta), cada una contada por una Isabel. Mejor que Ian Gibson y todos los hispanistas británicos ;)