PUBLICADO EN LA VERDAD EL 16 DE FEBRERO DE 2016
No sé cómo
lo hacen ustedes. Lo de ser tan listos, digo. Lo de leer ensayo, novela, poesía
y cosas varias, digo. Lo de ver tantas pelis y tantas series, digo. Lo de no
perderse ni una inauguración, ni una exposición, ni una conferencia, digo. Porque
yo no llego a todo: cuanta más información recibo, más me agobio y menos
comprendo. Y no he desfasado tanto de joven como para tener el cerebro más
agujereado que las medias de Madonna, que viví los ochenta y todavía me
acuerdo, pero ahora tengo la misma capacidad de atención y de discernimiento que
Belén Esteban en una reunión de la RAE: cero.
Vivo en un
estado permanente de bulimia mental: ingiero información y la vomito. No
retengo nada; líquidos, lo único (y sólidos, que me estoy poniendo hecha un
manatí). Leo que esta sobrecarga informativa se llama “infoxicación”: incapacidad
de análisis eficiente de un flujo de información elevado. Así estoy yo,
infoxicada, como Marta Sánchez, que le preguntaron “Un resultado para el
partido de esta noche” y ella contestó con un “Yo de política no hablo”. Te
entiendo, Marta, como Mariano Rajoy entiende a Esperanza Aguirre: yo he acabado
creyendo que las ondas gravitacionales eran los pelos de Beyoncé en la Super Bowl,
que se lían las informaciones en mi cabeza como los hilos en una caja de
costura. Y salto de una noticia a otra sin red, que a ver quién se resiste a los
titulares de algunos periódicos, tan increíbles que parecen de “El Mundo
Today”, tan escandalosos que han convertido las viejas portadas del “Pronto” y
sus “Le salen los dientes a los 107 años” en periodigno. Y me lío
otra vez porque no hay forma de desinfoxicarse: la complejidad de información
se ha convertido en una nueva forma de ignorancia; la inmediatez de la comunicación
nos impide reflexionar, pararnos, pensar, y nuestra capacidad crítica se limita
a escribir un tuit poniendo a parir a alguien (con un hashtag ingenioso, eso
sí, que el hecho de que una sea una burra hay que llevarlo en secreto, como las
hemorroides). Lo
dijo Ramón y Cajal: “Todo
hombre puede ser, si se lo propone, escultor de su propio cerebro”. Me temo que
estoy esculpiendo un cerebro tan horripilante que será digno de ponerse en una rotonda.
Por si no hubiera ya bastantes.
Gracias, @covanechi, por la portada de PRONTO
1 comentario:
Una rotonda dedicada a cualquier cerebro, así sea infoxicado, y más si es el suyo, sería un feliz acontecimiento.
La adoro.
Publicar un comentario