miércoles, 29 de junio de 2016

BODOFILIA

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 28 DE JUNIO DE 2016

Soy bodófila perdida, lo confieso. Me gusta más una boda que comer con los dedos. Y no sólo por el romanticismo (que sí), por el convite (que también) y por la barra libre (que sobre todo), sino porque en esta época en que vivimos sólo se casan los valientes. O los temerarios: preparar un casorio hoy en día es más difícil que organizar Eurovisión. Antes uno se apañaba con la parroquia del barrio, un salón de celebraciones correctito, la orquesta “Ilusiones” y un paquete de peladillas de recuerdo (y de recuerdo imborrable, que te dejaban todo el bolso pringando). Ahora, en cambio, hay que dar el triple mortal hacia atrás para epatar al personal, que cuando una lleva en el cuerpo tantas bodas (ajenas, no propias, que servidora no es Zsa Zsa Gabor), siempre espera el más difícil todavía: un lugar original, unos discursos dignos de ingreso en la RAE, un recuerdo de la ceremonia que puedas lucir con orgullo en el salón sin tener que esconderlo detrás de los libros y un menú que contemple la posibilidad de que haya un vegetariano en la boda (o un vegano, o un crudívoro, o un herbívoro, o un macrobiótico, o un ayurvédico, o un rumiante con cuatro estómagos). Y hacer todo eso sin que te patrocine ¡HOLA! ya es para nota.


A pesar de ello, y de los agoreros que anunciaban el fin del matrimonio, la gente se sigue casando. Y de dos en dos hasta nueva orden de la CUP (ellos son más del poliamor, yo del polideluxe). Pero si el bipartidismo amoroso no ha muerto, el político tampoco, ya sea por suerte, por desgracia o por elección. Ahora veremos si hay boda entre el PP y el PSOE, o un arrejuntamiento, o un “convivir juntos”, que dice Rosa Benito (también dijo que antes que volver a bajar las escaleras de “Sálvame” se rompía las piernas, así que no hay que hacerle mucho caso), o tan siquiera un yo miro para el otro lado mientras te invisten presidente, que ojos que no ven corazón que no siente. Lo único que está claro es que si hay nupcias, Soraya Sáez de Santamaría estará de Dj en el convite con una camiseta de lamé cobrizo pinchando merengue como si no hubiera un mañana, que los peperos se nos han vuelto caribeños. Ya decía yo que ese moreno tropical de Javier Arenas no era normal.


LA BODA EN CUESTIÓN, CELEBRADA EN UN BARCO SURCANDO EL EBRO.
¿SE PUEDE PEDIR MÁS? SÍ, QUE LOS NOVIOS SEAN FELICES PARA SIEMPRE. Y LO SERÁN.  

miércoles, 22 de junio de 2016

EL GRADUADO

PUBLICADO EL MARTES 21 DE JUNIO DE 2016 EN LA VERDAD

Mi hijo se ha graduado. En la Universidad no, en Primaria, que servidora es primípara añosa. Pero es que ahora es terminar lo que sea y venga banda y venga birrete y venga “Gaudeamus Igitur” y venga pompa y circunstancia: acabas un curso de Peluquería por CCC y te hacen una ceremonia que ni el Príncipe de Asturias. Y, a poco que te despistes, te nombran doctor Honoris Causa; a Mario Conde me remito. O a Mike Tyson, que en su discurso de agradecimiento por el doctorado concedido soltó “No estoy muy seguro de qué tipo de doctor soy, pero mirando todas las tías guapas de aquí, creo que voy a ser doctor de ginecología”. Eso sí que es dejar K.O. al respetable. Menos mal que aquello se compensó cuando hicieron doctora a la Rana Gustavo en Letras Anfibias por la Universidad de Long Island. A un paso estamos de que le den el Nobel de la Paz a la cerdita Peggy.

Pero ahí están los graduados, los medio hombres y las medio mujeres, con su cara de a ver si terminamos pronto que queremos irnos a jugar a la Play, con su beca, su birrete y su verano por delante. Y ahí estamos nosotros, con nuestra cara de cómo es posible que hayan acabado la escuela si anteayer los estábamos matriculando en Infantil, con nuestro orgullo y nuestra satisfacción, con nuestro temor por el paso al instituto. Porque los seguimos viendo tan pequeños como el primer día de colegio, cuando los llevábamos de la mano con una cartera diminuta a la espalda y nos los comíamos a besos antes de entrar a clase; ahora no consienten ni que les des un achuchón delante de los amigos. Pero mientras lo único que nos queda a nosotros por graduarnos es la vista, a ellos les queda todo por vivir. Tienen que encontrar su lugar en el mundo, tienen que superar la contradicción que les produce el miedo a crecer con las ganas de hacerlo. Han pasado de vivir en una novela de
Stevenson a hacerlo en una de Salinger, de ser Jim Hawkins a convertirse en Holden Caulfield. Y mientras, nosotros seguiremos ahí, como el guardián entre el centeno: vigilando a nuestros hijos para que, cuando jueguen en un campo cerca de un precipicio y empiecen a correr sin mirar adonde van, podamos sostenerlos antes de que caigan. O, al menos, intentarlo.

miércoles, 15 de junio de 2016

OLA K ASE

PUBLICADO EL MARTES 14 DE JUNIO DE 2016 EN LA VERDAD

Wasapeamos por encima de nuestras posibilidades, que pertenecemos a más grupos de WhatsApp que un expolítico a consejos de administración. Estamos en el del cole, en el de la pandilla, en el de antiguos alumnos, en el de la familia, en el del curro, en el del curro sin el jefe, en el del regalo conjunto de boda y en el que nos meten sin que nosotros queramos. A punto estoy de contratar a un becario para que me lleve la comunicación.

Ana Blanco creó un grupo de WhatsApp para estar en contacto permanente con Vicente Vallés y Pedro Piqueras, los moderadores del debate de anoche. Sonsoles Ónega montó ayer uno con los jefes de equipo de los candidatos, donde todos afirmaban que su aspirante se encontraba fenomenal, igual que Naty Abascal saliendo de una fiesta: Rajoy estaba genial, Iglesias tranquilo y con fuerza y Sánchez y Rivera con muchas ganas. Parecían entrenadores de boxeo hablando de sus pupilos. Aunque si hubiera sido Mickey Goldmill, el entrenador de Rocky, les hubiera soltado “Tienes corazón, pero peleas como un maldito mono”. Pero los jefes de gabinete son más de manual de autoayuda: “Que sea él mismo”, le recomendó Irene Montero a Pablo Iglesias. “Sal y disfruta”, le aconsejó Fernando de Páramo a Albert Rivera, lo mismo que les soltó Cruyff a los jugadores del Barça en la final de Wembley; lo mismo que le digo yo a mi hijo cuando sale en la función de fin de curso: la psicología de bolsillo es lo que tiene. “Naturalidad”, le indicaron sus jefes de gabinete a Rajoy y a Sánchez. Luego hicieron lo que les dio la gana, claro: Rajoy tan natural como una gaviota disecada, Sánchez tan natural como una rosa de plástico. Por eso hace falta tener tanta discreción para dar consejos como docilidad para recibirlos, que decía La Rochefoucauld. También decía que el amor propio es el mayor de los aduladores. Claro, que eso lo escribió sin conocer los wasaps que los jefes de equipo debieron de mandar a sus candidatos después del debate: qué bien lo has hecho, te has salido, vamos a arrasar. Y muchos iconos de aplausos, pulgares levantados, caritas sonrientes y flamencas (las flamencas van bien para todo). Aunque yo hubiera dado mi móvil por leer los mensajes del otro grupo: el de compañeros de trabajo donde no está incluido el jefe. Ése es el bueno.



miércoles, 8 de junio de 2016

VENTANAS ABIERTAS

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 7 DE JUNIO DE 2016

Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Y cuando entra el calor, también. Literalmente: en una ardiente noche de junio, y mientras preparábamos los exámenes finales enjaulados en un piso de estudiantes sin aire acondicionado, asfixiados y sudando más que si viviéramos dentro de una obra de Tennessee Williams, el amor saltó por la ventana a través de los gemidos de la vecina. Que si ay, que si Dios mío, que si dale. La gata bajo el tejado de uralita caliente o cómo se puede colar una película porno entre parágrafo y parágrafo de Derecho Romano, que estabas tú con el interdictum de arboribus caedendis y, de repente, aquello se convertía en una orgía de Calígula. Extasiados, salimos todos a los balcones, a oír sin ver. Cuando terminó, el vecindario todavía estaba allí. Y aplaudiendo.


En verano, nuestras ciudades (la mía, la suya) se convierten en una olla exprés donde el calor sofocante reactiva la locura y la ansiedad, y las ventanas son las únicas murallas que separan sus instintos de los nuestros. Por eso, cuando se abren de par en par, entra el aire fresco y sale lo mejor de cada casa. Uno de mis vecinos se asoma al balcón cada tarde y grita “¡Viva Cartagena!” (me consta que no es Federico Trillo porque no grita “Viva Honduras”, ya esté aquí, en El Salvador o en Lo Poyo). Otro saca la tele al jardín para ver a Bertín Osborne con la fresca. La de al lado sube el volumen de la música ratonera a nivel Bershka, que siempre que entro en la tienda nunca sé si pedirle a la dependienta tres tallas más de camiseta o un vodka con tónica. La de más allá saca al Moranco que lleva dentro llamando a su hijo a gritos. Y la de más acá (servidora) invita a comer a ocho púberes que se pasan la siesta del domingo chillando y dando pelotazos. Es lo que tiene abrir las ventanas con la casa llena de adolescentes puestos de pizza barbacoa: que saltan los pequeños salvajes que llevan dentro. Y es lo que tiene abrir las ventanas en política: que salta un caso de corrupción cada vez que dejan una rendija abierta. Que Dios, Tennessee Williams y los tribunales los pillen confesados. Y, a mí, el presidente de la asociación de vecinos. Estoy a una fiesta de que me declaren persona non grata en el barrio.

miércoles, 1 de junio de 2016

OrgullOSA

PUBLICADO EL MARTES 31 DE MAYO DE 2016 EN LA VERDAD

En 1966, Truman Capote celebró la fiesta del siglo: un baile de máscaras en blanco y negro que tuvo lugar en el Hotel Plaza y al que acudieron aristócratas, políticos, millonarios, artistas y estrellas de cine. Era tal el nivel de los asistentes que el coreógrafo Jerome Robbins comentó: “Parecía que Truman había hecho una selección de los primeros que iban a ser abatidos por los Guardias Rojos en la próxima revolución”.

Doce años después, llegó Freddie Mercury y le arrebató el título a Capote de haber organizado el mejor sarao de todos los tiempos: con motivo de la salida de su disco “Jazz”, los Queen montaron una fiesta donde lo más suave era ver a enanos hermafroditas con bandejas de coca en la cabeza recibiendo a los invitados. “Empieza con un terremoto, y desde ahí hacia arriba”, decía Cecil B. De Mille. Empieza con un enano hermafrodita y desde ahí hacia un tío que le arranca la cabeza a mordiscos a pollos vivos, camareros desnudos, samoanas obesas que fuman por todos sus agujeros y servicios sexuales en los baños. El exceso macarra de Mercury vencía a la elegancia en blanco y negro de Capote, igual que la “Interviú” de Belén Esteban ganó en ventas a la de Marisol. Es el signo de los tiempos.


Pero a Mercury y a Capote se les hubieran bajado los humos como organizadores de las mejores jaranas del mundo si hubieran estado alguna vez en el Rocío con Carmina Ordóñez, capaz de reventar al Chuli, al Pai, al Cabra y hasta al mismísimo Pocholo. O si hubieran podido asistir a la traca final del Rendibú, el certamen artístico organizado por La Verdad. En la fiesta del Rendibú no hay enanos hermafroditas, pero ni falta que hace. Porque lo importante aquí no es el sarao (que también; qué despliegue y qué moderneo, que parecía que el oso del Rendibú había hecho una selección de los primeros que iban a ser abatidos por Bertín Osborne en la próxima involución), sino la apuesta arriesgada y decidida que hace un medio de comunicación por el arte: gracias a este periódico podemos disfrutar de lo mejor que se está haciendo ahora mismo en ilustración, literatura, música o cine. Tal cual. Por eso estoy orgullosa de ser una osa. Del Rendibú, claro. De serlo por mis patillas pantojiles, ya hablamos otro día. Y de la resaca que arrastro desde el viernes, también. Ahora, a hibernar.




LAS INVITACIONES AL BAILE DE TRUMAN CAPOTE Y AL RENDIBÚ. 
Y SÍ, LA DEL RENDIBÚ ES UNA MASCARILLA DE GEL, QUE HAY QUE MIMAR AL ARTISTA  ;)