miércoles, 26 de octubre de 2016

HETEROFLEXIBLE

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 25 DE OCTUBRE DE 2016

Decía François de la Rochefoucauld que “Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien”. O eso, o que no hemos visto “First Dates”, el programa de primeras citas que ha disparado las audiencias de Cuatro. Será porque nos gusta más mirar por el ojo de la cerradura que a Terelu comer porras, será porque ver el programa de Sobera es tan fascinante como contemplar un accidente en la carretera o será porque la ridiculez humana es infinita, pero el caso es que no podemos apartar los ojos de la flora y fauna que aparecen en “First Dates”: la que quiere encontrar un millonario para vivir en una mansión con piscina, cocineros y mayordomos, el que pide tartar de salmón y se queja porque está crudo, la que no sabe lo que significa “ilicitano”, el que dice que lo que más valora en una mujer es la inteligencia y le entra un ataque de priapismo cuando le sientan frente a un pedazo de carne con ojos pero con una delantera que ni el Madrid de Di Stéfano, la que piensa que Benidorm está al lado de Burgos, el que dice que practica deporte porque van andando hasta el bar de la esquina o el que afirma que sabe cocinar porque se calienta la leche en el microondas para desayunar. Y una contempla el pampaneo mientras pierde la poca fe que le quedaba en el ser humano, se cena una tortilla de atún con un tomate partido y se maravilla ante el hecho de que Belén Esteban no haya llegado aún a presidenta del gobierno con el apoyo de Los Chunguitos.


Lo mejor del programa es que, con el catálogo de comportamientos sexuales que aparecen en él, se podría hacer un nuevo “Informe Kinsey, corregido, ampliado y actualizado: ya sé lo que es “sapiosexual” y “pansexual”, y he entendido al fin que el vecino del cuarto no es un chulángano por enrollarse con tres a la vez, sino que es practicante del poliamor. Igualico que el PSOE, que lo mismo se citaba con Ciudadanos que con Podemos; que hace dos días estaba por el “no es no” y ahora está por el “no, pero sí”. Será que el PSOE tenía un lío en la cabeza que ni Rocío Dúrcal en “Me siento extraña”. O que es heteroflexible. Ahora veremos cómo va la cita con Rajoy. Sólo falta que la comente Sobera.

miércoles, 19 de octubre de 2016

CINCUENTA

PUBLICADO EL MARTES 18 DE OCTUBRE DE 2016 EN LA VERDAD

Visita al traumatólogo. Entro con dolor de espalda y salgo con una recomendación para hacerme una densitometría ósea y una mala leche que pa qué. Que los dolores pueden deberse a que estoy perdiendo hueso, me explica. Que es normal a mi edad, me suelta. Que es lo que nos pasa a muchas mujeres mayores, me espeta. Y me lo dice desde sus insultantes treinta años recién cumplidos. Mecachis en la mar, en la medicina en general y en la traumatología en particular. Pues paso. No me hago la prueba. Prefiero quedarme como el Jorobado de Notre Dame antes de darle la razón a ese galeno imberbe que me está condenando a la osteoporosis cuando aún no he cumplido los cincuenta. Aunque ya me queda poco para cumplirlos, lo sé, no hace falta que me lo recuerden, que están ustedes a la que salta. Y que tendré que celebrarlos a tutiplén también lo sé, que ahora se festejan estas cosas más que la boda de un torero: se invita a compañeros de clase a los que no has visto desde que tenían pelo, se sirve sushi de morcilla (que nos hemos vuelto todos muy cosmopolitas y muy finústicos y muy de cocina-fusión, cuando de jóvenes hemos comido cosas que harían vomitar a una cabra), se proyectan fotos del siglo pasado en las que ellos parecen anoréxicos y nosotras las hijas putativas de Joan Collins (¡qué pendientes, qué pelos, qué hombreras, qué todo!), y se contratan grupos ochenteros para que bailemos como locos puestos de pastillas: de ibuprofeno, omeprazol y antiácidos, concretamente. 

Lo cierto es que en esta edad en la que comienzan a rondarnos los fantasmas, no hay mejor forma de ahuyentarlos que celebrar la vida festejando los cincuenta, los cuarenta y nueve o los cincuenta y uno: aunque no hayamos tenido una biografía tan intensa como la de Lou Reed (“Mi día equivale a tu año”, decía), y aunque no ardamos a lo Kerouac como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas (más bien languidecemos lentamente en nuestra rutina como un petardo falluto), hemos llegado a los cincuenta sin pisar el talego, sin inyectarnos bótox, sin hacernos trasplantes capilares, sin ponernos un piercing en el pezón, sin participar en Gran Hermano y sin que nos den un Nobel. Y eso ya es un triunfo. Bueno, lo del bótox no lo descarto del todo, la verdad.

miércoles, 12 de octubre de 2016

DON VITO

PUBLICADO EL 11 DE OCTUBRE DE 2016 EN LA VERDAD

En “Tienes un e-mail”, Tom Hanks le decía a Meg Ryan (cuando Meg Ryan era la vecinita de al lado y no una señora a la que le había picado un enjambre de abejas en la cara) que “El Padrino es la obra con las respuestas a todas las preguntas de la vida”. Y es cierto, sobre todo si te preguntas cómo esconder una pistola en un retrete o cómo convencer a un productor para que le de un papel protagonista a tu ahijado. No sé si Francisco Correa llegó a meter una cabeza de caballo en la cama de alguien, pero sí que se identificaba tanto con el personaje de Marlon Brando que quería que le dijeran Don Vito. Incluso le mandó al contable de la organización aparecer con ese nombre en las anotaciones de la Caja B. Don Vito sólo se llaman a sí mismos los gilipollas que se creen intocables o las pizzerías de barrio.

Ahora, la mala copia en papel carbón de Vito Corleone, sus secuaces y sus acólitos, hacen cola a la puerta de los juzgados, tan engominados, estirados y encorbatados que parece que están entrando a una boda en El Escorial. Cualquier día, los pensionistas que van a la entrada de la Audiencia Nacional a insultarles en lugar de ir a ver obras, se lían y les gritan “¡Vivan los novios!”, que con tanta boda de macarra con aspiraciones que hay últimamente (léase
Rociíto y Fidel, Kiko Matamoros y Makoke, y Kiko Rivera y una pobre mujer) es fácil confundirse. Se confunden hasta los imputados: Rafael Spottorno se equivocó de sala y se sentó en la que estaban juzgando el Caso Gürtel y no en la de las Tarjetas Black, como cuando celebran dos bodas a la vez en un salón de banquetes y te metes en el enlace de Samantha y Jonathan en vez de el de Pedro y Carmen, y te das cuenta de que te has liado porque que no conoces a nadie. La diferencia es que Spottorno entró en la otra sala y conocía a todo el mundo. “Mantén cerca a tus amigos, pero aún más cerca a tus enemigos” recuerda Michael Corleone que le dijo su padre. Aquí están todos tan cerca que se pueden oler la soberbia, el engreimiento y las colonias de Loewe unos a otros. Al final, Tom Hanks va a tener razón.

miércoles, 5 de octubre de 2016

GOOGLEAR

PUBLICADO EL MARTES 4 DE OCTUBRE DE 2016 EN LA VERDAD

Google cumple dieciocho años. Miguel Ángel Rodríguez lo celebraría diciendo que si fuera mujer, se pondría de largo, y si fuera ciudadano, iría a votar. Sí, es lo que dijo de la Constitución Española cuando alcanzó la mayoría de edad. Y sí, he tenido que buscarlo en Google para recordar la gilipollez exacta, porque hay palabras (y portavoces del gobierno) que una prefiere olvidar. Pero Google ni olvida ni perdona. Para eso es la nueva memoria colectiva, el nuevo listo que todo lo sabe, la nueva enciclopedia universal. Y por eso nos ha cambiado la vida: ya no tenemos las cosas en la punta de la lengua, sino en la punta de los dedos; ya no nos metemos en el sacrosanto comedor a consultar algo en la Larousse ilustrada; ya no preparamos los viajes desplegando un mapa sobre la mesa de la cocina como si estuviéramos planeando la invasión de Polonia (aunque a Susana Díaz no le haya hecho falta ni siquiera Google Maps para llegar de Sevilla a Madrid e invadir el PSOE, que ha tirado por el camino de en medio). Ni siquiera tenemos que aprender idiomas: Google Translate te traduce cualquier cosa. Como Aznar hablando inglés puesto de Ribera del Duero, vale, pero te lo traduce. Antes todo estaba en la cabeza y, lo que no, en los papeles. Hoy ya hay casas en las que el único papel que existe es el del váter.

“No sé si Google nos hace más tontos, pero es un hecho que nosotros lo hacemos más listos con cada búsqueda”. Lo dice Siva Vaidhyanathan, autor de “La Googlización de todo (y por qué deberíamos preocuparnos)”. A mí, como soy una inconsciente y una ignoranta, no me preocupa, que información con información se paga, pero es cierto que, desde la aparición del buscador, el “Qué sabe nadie” de Raphael ha quedado desfasado: de mis secretos deseos, de mi manera de ser, de mis ansias y mis sueños lo sabe todo Google (lo que prefiero o no prefiero en el amor lo sabe mi santo).
Lo que sí me inquieta son los términos más buscados: cómo ser feliz, cómo ser modelo y cómo ser guapa. Amárrame a esas pavas. No sé si las búsquedas las hacen solo aspirantes a tronista, a amante de Kiko Rivera o a modelo de Carrefour, pero lo leo y me entran ganas de encerrarme en la biblioteca del hermano Berengario. Sin conexión a internet, claro.