PUBLICADO EN LA VERDAD EL 27 DE DICIEMBRE DE 2016
Tengo la casa que parece un puticlub. Por las
luces de Navidad, digo, que mi santo y mi heredero han decorado la fachada con
tal desparrame lumínico que a punto están de empezar a parar camioneros en la
puerta. Es lo que tienen estas fechas, que a la que te descuidas se te va la
mano con las bombillas y acabas convirtiendo una casa cristiana y decente en un
club de carretera. Y es lo que tiene la Nochevieja, que a la que te emocionas
se te va la mano con las lentejuelas y acabas pareciendo un cruce entre una
bola de discoteca y una novia de Paquirrín.
La Nochevieja es la encarnación de Terelu
Campos puesta en cumplir. O de Norma Duval antes de retirarse a Tagomago,
convertirse en señora bien y anunciar Punt Roma. La Nochevieja es una profusión
de brillos y lamés, un despiporre de lentejuelas, de recogidos fantasía con
extensiones, de uñas postizas y de vestidos morcillones. La Nochevieja saca a
la vedette que todos llevamos dentro y se la lleva a una fiesta donde sirven copas
de Gin Lirios, ponen reggaeton para que los tronistas restrieguen la cebolleta,
reparten medias noches resecas con margarina y chorizo y hacen pirámides de
champán con Rondel Oro y Rondel Verde. Y mientras, las chonis con alma de pija
aspiracional y los tíos con smoking blanco a los que confundes con camareros te
intentan colocar un collar hawaiano, y te lanzan confetti, y te besan para felicitarte
el año, y te dejan la cara llena de purpurina. Y es entonces, justo entonces,
cuando decides volver a casa con los zapatos en la mano, tristona, con ardor de
estómago y sin ser capaz de reconocer que te has aburrido como una mona después
de pagar un congo por la entrada. Nunca ha funcionado tener que pasárselo bien
por obligación; nunca volveré a una fiesta de Nochevieja. Y así seguiré, en
zapatillas y sin un brillo que echarme al ojo, a no ser que me invite Mariano
Rajoy a pasar el fin de año en el Gran Hotel de La Toja, que fue ver al
presidente bailando por Raphael e írseme las piernas. Qué marcha y qué frenesí,
que ritmo y qué movimiento. Ya lo dijo Soraya Sáenz
de Santamaría: "Rajoy es un tío divertido y bailongo". Para una vez que dice la verdad, la
pobre, y no le hacemos ni caso.