miércoles, 22 de marzo de 2017

FELICIDAD

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 21 DE MARZO DE 2017

Ayer se celebró el Día de la Felicidad. Ayer, que fue lunes. No podía caer en viernes, no. Los de la ONU, que son unos cachondos. Y unos flipados: el 19 de noviembre coinciden el Día Internacional del Hombre y el Día Mundial del Retrete. Una fecha dedicada a los tíos que no paran de cagarla, o la forma fina de mandar a la mierda al heteropatriarcado. A este paso me veo llegar el Día Mundial del Bidé, que hay días (y gente) pa tó.

En la ONU, además, son unos inconscientes: decretar el Día de la Felicidad es abrir la veda para que tu ordenador se llene de frases de Paulo Coelho, caritas sonrientes y artículos chorras donde te dan las claves para tener una vida plena. O para que te regalen una taza con mensaje motivador: si tengo que pasarme el resto de mis mañanas tomándome el café en un cacharro donde pone "Persigue tus sueños, ellos saben el camino", empiezo a desayunar potaje de gurullos con bacalao directamente de la olla. Pero es que la obsesión por ser dichoso es tan absurda como la de Terelu por adelgazar: la infelicidad te llega porque no puedes ser tan feliz como se supone que ha de serlo. Menos mal que, desde que existe Instagram, si no consigues ser feliz puedes, al menos, parecerlo: te hinchas a subir fotos de viajes, de reflejos de nubes en charcos, de cervezas artesanas y de gatitos bostezando, y ya aparentas estar más contento que Paquirrín en el Campeonato de España de Hamburguesas de un kilo. Y a fuerza de simularlo, a lo mejor te lo acabas creyendo, que la felicidad, según Groucho Marx, está hecha de pequeñas cosas: un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna... A veces, la felicidad también está hecha de pequeñas pastillas con inhibidores de la recaptación de la serotonina. Antidepresivos, los llaman, y se dedican a aplacar al bicho que llevamos dentro y que nos impide ser felices. A los otros, a los bichos de fuera, ya nos enfrentamos nosotros solos. 

La felicidad es encontrar el adjetivo perfecto, bajar una talla de pantalón, ver una película sin que te interrumpan o que te dejen cortarle el pelo a Geert Wilders, el líder de la ultraderecha holandesa: que me den una tijeras y me lo pongan a tiro. Feliz no sé si voy a ser, pero me voy a quedar descansando.   

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