PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 11 DE ABRIL DE 2017
Acabáramos: a Paula Echevarría
y a David Bustamante se les rompió el amor. No sé si de tanto usarlo, de tanto
loco abrazo sin medida o de tan grandioso, pero se les rompió. Chimpún. Finito.
Y se produce una conmoción de proporciones épicas, y se lía, y se lanzan a
buscar las causas y los motivos, y se aventuran teorías, y se monta la mundial.
En fin, la tontuna de siempre. Como si alguien supiera porqué se acaba el amor.
Y, como si por saberlo, pudiera resucitarse.
Escribe Enrique Jardiel
Poncela que "El amor es como las cajas de cerillas, que desde el primer
momento sabemos que se nos tiene que acabar, y se nos acaba cuando menos lo
esperamos". Lo que no dice Jardiel es que hay algunos que llevan un mechero
en el bolsillo, y otros que mojan las cerillas a conciencia. De todas formas, para
hablar sobre el desamor prefiero a Jardiel Poncela o a Manuel Alejandro antes
que a Neruda o a Benedetti, esos señores tan raros a los que les pasa un
autobús emocional por encima y se ponen a escribir rimas en lugar de emborracharse,
maldecir al otro, mentarle a la familia mientras le tiras la ropa por la
ventana y martirizarse escuchando canciones de amor en bucle. Ahora Paula no
podrá escuchar ni un disco de Bustamante sin ponerse a llorar (a mí me pasa lo
mismo cuando lo oigo, pero por motivos de criterio musical).
Lo bueno es que el desamor
adelgaza. A los afortunados, claro, que yo soy de las que tengo una pena y me
tiro a por el helado de chocolate como una loca. O a por el gintonic con
torreznos, a lo Paquita Salas. También lo decía Jardiel Poncela: "La vida
es tan amarga que abre las ganas de comer". A Barbra Streisand, en cambio,
no le engordan ni el amor ni el desamor, sino Donald Trump: "Donald Trump me está haciendo ganar peso.
Empiezo el día con líquidos, pero después de las noticias de la mañana como
tortitas bañadas en sirope de arce".
Pues la pobre va lista: puede ir pidiendo ya cita en el Natur House, que Trump
ha hecho ventosa en el sillón presidencial. A mí me engorda José María Aznar,
que es verlo y entrarme ganas de comerme un cocido montañés. Menos mal que ya
sale poco, porque me estaba poniendo hecha un tordo.
LA PENA DEL DIVORCIO DE PAULA Y BUSTA ES QUE YA NO NOS DEJARÁN
FOTOMONTAJES TAN PRECIOSÍSIMOS COMO EL QUE ILUSTRA ESTAS LÍNEAS.
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