PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 30 DE MAYO DE 2017
Cómo mola ser político. En serio lo digo, que
mola muchísimo, mogollón, mazo. Por varias razones, claro, pero sobre todo por
una: porque tienen respuesta para todo. Aquí servidora devanándose los sesos para
encontrar un ápice de luz entre tanto relato y tanta posverdad y tanta tontería
mientras que ellos, con echarle un vistazo al argumentario que les manda su
partido, ya saben qué opinar acerca de lo divino y de lo humano antes del
primer café de la mañana. Qué gusto, qué gloria, qué descanso no tener que
pensar por uno mismo, no verse obligado a calentarse la cabeza, ni a reflexionar,
ni a cuestionar, ni a cuestionarse. Qué no daría yo por tener un ideario con un
nombre molón ("Éramos pocos y llegó Sánchez", se llama el último de
Podemos) que diera solución a mis grandes temas vitales, como qué me pongo para
ir a una boda de tarde o cuál es el mejor método para limpiar bien la
vitrocerámica, que el otro día se me salió la leche y monté un lío en la cocina
que no lo soluciona ni el mayordomo de la tele.
Así que estoy loca porque mi hijo se afilie a
algo, a lo que sea, al Partido de los Adolescentes de las Hormonas
Revolucionadas o a la Unión de Púberes con Bozo, que el tío, por alguna extraña
mutación genética, me ha salido listo y no para de preguntarme quiénes somos,
de dónde venimos, a dónde vamos, y si estamos solos en la galaxia o
acompañados, y yo le doy largas diciéndole que lea, que estudie y que me deje
vivir, que bastante tengo yo con lo de la vitrocerámica. Frita me tiene, el
existencialista. Que la vida siempre es mucho más fácil cuando te dicen qué hacer
y qué pensar; que llegar a alguna conclusión por nuestros propios medios es
peligroso. Por eso hay que tirar de argumentarios para sobrevivir, aunque sean tan
básicos que conviertan un chiste de Chiquito de la Calzada en el "Tractatus"
de Wittgenstein, tan obvios que se puedan copiar de un partido a otro sin que
se percate el personal y tan predecibles que ya se ha creado un sistema de
inteligencia artificial que permite construir discursos políticos originales a
partir de un banco de datos de discursos anteriores. Y cuelan, oigan. Porque
todos los mandamientos se resumen en uno solo: la culpa siempre es del otro. Amén.