miércoles, 21 de junio de 2017

RUTA 77

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 22 DE JUNIO DE 2017

1977 fue el año en el que todo era posible: que estallara el punk en Londres, que se estrenara "La Guerra de las Galaxias", que Iggy Pop lanzara el "Lust for life" o que Enrique y Ana debutaran en televisión, que no todo iba a ser bueno. Pero, sobre todo, 1977 fue el año en el que aprendimos a votar. Y los españoles, que habíamos sido durante cuatro décadas de plato único, nos encontramos por vez primera con una sopa de letras en el menú: UCD, AP, PCE, PSOE y un montón de extrañas siglas que englobaban desde la ANEPA-CP (Asociación Nacional para el Estudio de Problemas Actuales) hasta el AEICYU (Agrupación Electoral Independiente del Campo y la Ciudad). Raro fue que no se presentara Pitita Ridruejo por el LACA, la Liga de Amantes del Cardado Atómico.

España, en el 77, era cándida e inexperta. Y hipster: la barba se hizo tan popular que hasta el rey se la dejó crecer (Juan Carlos de Barbón, dice Peñafiel que le llamaban). También cuenta Peñafiel que aquel año fue la primera vez que se vendió una exclusiva sin mediación de agencia: Jimmy Giménez-Arnau se presentó en la redacción de ¡HOLA! y colocó su boda con Merry Martínez-Bordiú, la nieta de Franco, por un millón de pesetas. Amárrame esos pavos. Y amárramelos otra vez, porque ese mismo año también se casaron Concha Velasco y Paco Marsó, y el Duque de Feria con Naty Abascal. Total, para luego acabar como acabaron.


Mientras, Bárbara Rey lo mismo se ponía una camiseta con la leyenda "Vote Centro" que se la quitaba para rodar "Me siento extraña", y Pablo Abraira se convertía en paloma por querer ser gavilán, y Miguel Bosé desplegaba su encanto ambiguo ante la mirada estupefacta de su padre, y Liza Minnelli nos deseaba Feliz Navidad con una copa de Freixenet en la mano. Hoy, en cambio, a la Minnelli no le dejan ni oler el champán. Pero aquí estamos, Liza y nosotros. Ella ha pasado por cuatro matrimonios, distintos centros de rehabilitación y varias operaciones; nosotros por un intento de golpe de estado, una abdicación, tres mociones de censura, doce elecciones generales, la muerte de Chanquete, el Aserejé y varios fracasos en Eurovisión. Y aquí seguimos, en la ruta 77, la que iniciamos un 15 de junio de hace ahora cuarenta años y cinco días. Y que no se acabe la carretera.


miércoles, 14 de junio de 2017

LA CONVERSACIÓN

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 13 DE JUNIO DE 2017

“En 2020 hablaremos más con un bot que con nuestro novio”. Así titulaba Manuel Jabois una entrevista a Rebeca G. Marciel, que es una tipa listísima que se dedica a intentar fusionar el arte con la ciencia, a fundar startups y a hacer otras cosas que no sé lo qué son. Un bot sí sé lo que es: un programa informático autónomo que imita el comportamiento de un ser humano. Lo que viene siendo el HAL 9000 de "2001: Una odisea del espacio", pero sin mala leche. Acabáramos: no sé si en el futuro veremos atacar naves en llamas más allá de Orión, pero en el presente estamos viendo cómo podemos encargar comida, enviar una carta, encontrar hoteles, conocer los titulares de las últimas noticias o buscar productos en Amazon gracias a estas aplicaciones. Pero también estamos viendo cafés servidos dentro de una cáscara de aguacate, coches veganos con el interior hecho de cuero de champiñón y gente que se tatúa tuits de famosos (sólo le pido a Dios y a la RAE que nadie se tatúe los tuits de Paquirrín, que los escribe con faltas de ortografía). Que los seres humanos somos complejos y paradójicos, capaces de lo mejor y de lo peor, ya lo sabíamos; lo de ahora no es más que una constatación. Lo resumía el escritor Alphonse Karr: "El hombre todo lo perfecciona en torno suyo; lo que no acierta es a perfeccionarse a sí mismo".

Según Marciel, los bots serán cada vez más conversacionales, aprenderán de nuestro comportamiento, interpretarán las inflexiones en nuestro tono de voz y serán capaces de hablar con nosotros entendiendo cada vez más nuestros deseos o necesidades. Y lo harán mejor que un humano, seguro: un bot no habla sólo para escucharse a sí mismo, ni te interrumpe, ni te da opiniones que no has pedido, ni te cuenta cosas que no te interesan, ni te hace una compilación de sus sufrimientos, ni te hace una compilación de sus hazañas; un bot se abre de orejas y te escucha. Al final, va a ser más satisfactorio hablar con Siri que con una persona. Y me juego la lengua a que Siri acabará aprendiendo también a interpretar los silencios. Porque, a pesar de todo lo que hablamos, es sorprendente ver cuántas cosas se quedan sin contar. Las más importantes. Las que el otro tiene que saber qué queremos decir al callarnos.

miércoles, 7 de junio de 2017

MONARQUÍA ILUSTRADA

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 6 DE JUNIO DE 2017

Una será una columnista mediocre, que lo es, pero también una lectora voraz. A la Infanta Leonor, pobre, le pasa lo mismo, y por eso la han puesto a parir, por decir que lee a Carroll, a Stevenson y a Dahl, y que ve pelis de Kurosawa y de Miyazaki. Lo normal a su edad, excepto para los que se mosquean porque quitan de la programación "Mujeres, Hombres y Viceversa" para informar acerca de un atentado, para los que consideran que no se ha vuelto a hacer una buena película en España desde "Los bingueros" o para los que creen que la biografía de Cristiano Ronaldo es alta literatura. No aprecian el hecho de que, ya que no tenemos la oportunidad de que Lisa Simpson sea presidenta de este país, al menos reinará alguien que haya leído "La isla del tesoro".

Hoy, los maestros del cine y la literatura libran una batalla desigual: mientras que Kurosawa lucha frente a los Transformers sin más armas que una katana, Stevenson ha de batirse en duelo contra los youtubers. Por eso hay que ponerle a los críos otras cosas delante de sus narices, para que sepan que existen, para que sean conscientes de que hay vida más allá de las imágenes espectaculares, de las trilogías inanes y de los videos cachondos, que la mortadela está muy bien para los bocatas del recreo, pero de vez en cuando hay que darles jamón del bueno. En Cartagena, el Premio Mandarache de Jóvenes Lectores (cuya labor ha sido reconocida por este periódico al concederle el galardón "Los Mejores de La Verdad") está educando en la lectura a varias generaciones de chavales. Chavales que leen a Javier Cercas, a Luis Leante, a Espido Freire, a Guillermo Orejudo, a Rosa Montero, a Gustavo Martín Garzo, a Almudena Grandes, a Eduardo Mendoza. Chavales que aplauden y gritan y silban a los escritores como si fueran estrellas del rock. Chavales que les hacen unas preguntas a los autores que me río yo de Joaquín Soler Serrano entrevistando a Borges. Chavales que son capaces de alegrarte el día cuando te sueltan un "Para mí antes leer era una mierda, ¿sabes?, pero me ha empezado a gustar por los premios". A ver qué vamos a hacer en Cartagena cuando tengamos la mejor generación de lectores de la historia. Una generación de reyes y reinas leevolucionarios. Mira tú por dónde, a lo mejor hasta podemos casar a alguno con Leonor.



AQUÍ UN RESUMEN DE LOS PREMIOS MANDARACHE 2017.
Y SÍ, CREO QUE LA LITERATURA PUEDE CAMBIARTE LA VIDA
http://www.premiomandarache.es