miércoles, 12 de julio de 2017

PIELES

PUBLICADO EL MARTES 11 DE JULIO DE 2017 EN LA VERDAD



Qué difícil es todo. Así, en general. Todo. Qué expuestos estamos, qué desnudos. Qué piel tan frágil tenemos, qué poco cuesta hacernos una herida y cuánto que cicatrice. A las personas normales, digo. A usted y a mí, aventuro, que mucho factor de protección solar, y mucha crema y mucho aceite, pero no hay fórmula alguna que nos proteja de nosotros mismos, de los demás, del mundo. Es lo que tiene ser de piel fina, que todo te preocupa y te afecta, y acabas tan abrasado como un albino bajo un sol inclemente.

A otros, en cambio, no les hace falta factor de protección, que tienen la piel de esparto: si Kiti Mánver le decía a Verónica Forqué en "¿Qué he hecho yo para merecer esto?" que sólo tenía la sensibilidad en el chocho, estos sólo tienen sensibilidad en la cartera: salen de la cárcel bajo fianza y vuelven a veranear a Sotogrande, o a Baqueira, o a Marbella. Tranquilamente. Si yo saliera del trullo me iría a Laponia, donde no me conociera nadie. Pero a ellos les da igual. Y a los compadres que se quedan en Soto del Real castigados sin vacaciones, también, que se montan su propio campamento de verano en un pispás, ya saben: si la vida te da limones, pídete una botella de Citadelle y hazte un gin-tonic. Toman el sol en el patio, hacen sus ejercicios, se duchan y se sientan con la fresca a hablar de su dinero, que es el nuestro. Actualizan la agenda, se ponen al día y se cuentan la vida. Recuerdan la tortilla con caviar y langosta que se comieron en el Parker Meridien de Nueva York, se atormentan prensando en si le habrá salido caracolillo al yate, se preguntan si el jardín de la casa de Marbella lo seguirá cuidando el matrimonio de ecuatorianos que contrataron hace dos años, si la piscina tendrá el nivel de alcalinidad correcto, si los vinos que guardan en la bodega estarán envejeciendo bien, si su señora estará envejeciendo mejor que los vinos gracias al bótox y si el mediano lo habrá aprobado todo en el internado de Sigüenza. Y así echan el rato, sin un ápice de remordimiento. Por eso, cuando salen, parece que hubieran estado quince días en la Buchinger: los vemos descansados, rejuvenecidos, bronceados. Mientras, nosotros seguimos más quemados que Iniesta pasando el día en Calblanque. Sin sombrilla. Y sin factor de protección.



SIEMPRE HAY UNA BUENA EXCUSA PARA VER ALGO
DE ALMODÓVAR. GRACIAS, @covanechi

miércoles, 5 de julio de 2017

SIN DIRECCIÓN

PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 4 DE JULIO DE 2017 

Correos ha publicado en Facebook que un cartero ha conseguido entregar a su destinatario una carta con la siguiente dirección: "El hombre inglés que lleva camisas de colores brillantes y toca la guitarra. Cortes de Baza. Granada. Spain". El cartero tardó cuatro días en encontrarlo, pero lo logró finalmente. Y lo tenía difícil, que ya me dirán ustedes si conocen a algún inglés que viva en España y no vista como un daltónico esquizofrénico. Viendo la foto del guiri en cuestión, mejor hubiera sido que la carta hubiera estado dirigida "al inglés que se parece a Gloria Fuertes". Antes lo habrían localizado.

Pero estas cosas no sólo pasan en España: en Islandia, un turista mandó una carta con un dibujito en el sobre de un plano del lugar a donde quería que llegara. "País: Islandia. Ciudad: Búðardalur. Nombre: Una granja de caballos con una pareja islandesa y danesa con tres niños y un montón de ovejas". Como si jugara al Pictionary. Me pregunto qué pondrían en una carta dirigida a mí: "País: España. Ciudad: Cartagena. Nombre: Una señora que escribe en pijama al lado de la ventana". O similar. Y seguro que la recibo, que las cartas sin dirección siempre han llegado: que se lo digan a los Reyes Magos o a Papá Noel, con buzones llenos de sobres donde sólo pone "Oriente" o "Laponia". La única que no alcanzó su destino fue la que Miguel Ángel Revilla le mandó a Pedro Sánchez a la sede del PSOE para invitarle al día de Cantabria en Fitur. A Revilla le llegó devuelta con el sello "destinatario desconocido". Cierto es que, en aquel momento, Sánchez vivía en la carretera, como Miguel Ríos, y no tenía domicilio fijo. "Señor alto y moreno que conduce por España visitando las casas del pueblo", tendría que haber puesto Revilla en el sobre, y hubiera llegado seguro. Ahora, en cambio, lo trágico es no tener una dirección virtual a la que agarrarte. Mi amiga A. buscaba a "brazos fuertes", al que conoció en un concierto, por tierra, mar y Facebook. Una berlinesa intentó localizar a través de las redes a un tipo del que se enamoró en un vuelo. Y en Murcia tuvimos a "la chica del tranvía", una historia con título de best seller. Las columnas también son cartas sin dirección. A veces llegan, y a veces no. Pero eso ya no es problema de Correos, sino del remitente.




FOTO DE FAMILIA

PUBLICADO EL MARTES 27 DE JUNIO DE 2017 EN LA VERDAD

Mis amigos me mandan fotos con sus hijos. Están de boda, de vacaciones o de viaje; de fondo, la puerta de una iglesia, una playa casi vacía o el King's College de Cambridge. Los chicos delante, los padres detrás. Los tienen cogidos por los hombros, sujetándolos y mostrándolos a la cámara. En los ojos de los padres hay un punto de orgullo, de mira lo grande que está mi cachorro, y lo alto, y lo guapo; en las manos que los agarran hay un intento de retenerlos para que no se escapen, para que no se vayan de su lado, para que dejen de crecer y no se hagan mayores. Mientras, los críos posan con el mohín de hartazgo permanente, el flequillo tapándoles los ojos y la cara de papá, qué coñazo, otra foto, vale ya, tío. Pero en cuanto terminan de hacerse la foto familiar les piden a sus padres que les hagan una a ellos solos, que la tienen que subir a Instagram para que los colegas les digan wapoooooo, q beiesura, t kiero un pico, y cómo lo petas, bro, y cómo me molan tus pantalones, pavo.

Cuando me hago fotos con mi hijo ya no lo puedo sujetar por los hombros, sino que es él el que me echa el brazo por encima. Está tan alto como yo, aunque no lo parece porque va siempre con la cabeza gacha, mirando el móvil. Anda con el móvil, caga con el móvil, se prepara los cereales con el móvil, ve la tele con el móvil. Lo que pasa fuera de su pantalla de cinco pulgadas no existe, o le interesa entre poco y nada. Tampoco le interesan los besos (al menos, los míos), que lo tengo que pillar desprevenido para plantarle uno en el escaso espacio que queda entre el flequillo y los auriculares. En cambio, por la noche, me llama desde la cama para que le haga cosquillas, y me encuentro acariciando una espalda que empieza a parecerse más a la de un estibador que a la de un chiquillo. Si nosotros vivimos en una constante contradicción (felices porque los vemos crecer, aterrados porque han crecido), ellos también: se sienten demasiado pequeños para ser adultos y demasiado mayores para ser niños. Se creen en tierra de nadie. Pero la tierra es suya. Y el futuro. Lo que pasa es que aún no lo saben. Cuando levanten la vista del móvil, lo descubrirán.