PUBLICADO EN LA VERDAD EL 12 DE SEPTIEMBRE DE 2017
No tenemos remedio: es volver de un viaje y estar
planificando otro. Con cuatro amigos y tres cervezas, que es como mejor se preparan:
a la primera vas a pasar dos días a Albacete, a la segunda ya estás veraneando
en Estocolmo, y a la tercera te dispones a cruzar el Yangtsé. No hay problemas
de dinero, ni de fechas, ni de tiempo: todo es posible. Y la ilusión dura hasta
que te das cuenta de que tienes tantas cosas que hacer en tu ciudad que es
imposible escapar de ella. O que te coincide con un compromiso ineludible, que
dicen los cursis. O que dispones de tan poca pasta que, por mucha hucha que
pongas para meter los euros sueltos que vas encontrando en los bolsillos del
pantalón, lo único que consigues al abrirla es irte un fin de semana a Orejilla
del Sordete.
Servidora no se las da de
viajera, ni de trotamundos, ni de turista siquiera: a mi lado, Dora la exploradora
es el Doctor Livingston, que estoy a dos contracturas de cuello de empezar a
llevarme una almohada cervical cada vez que salgo de casa. Pero
es ver paisajes exuberantes, ciudades desconocidas y pueblos perdidos, y desear
hacer la maleta. Y largarme. Y perderme. Y no volver. Que ya se lo decía la
gran Paca Carmona a Lauren Castigo: "España no se acaba donde viene el mar, qué va, hay barcas pa seguir".
Lo que no decía Paca es que el nacionalismo se cura viajando, que eso lo decía
Baroja. Y tampoco es cierto del todo: el nacionalismo, como la mala educación,
el egoísmo o la ignorancia, se cura viajando, sí, pero sólo si se hace con las
orejas y los ojos abiertos. Lo otro es cambiar una puesta de sol en La Manga
por una puesta de sol en Cádiz. O en Cancún. O en Cataluña, que lo mismo ahora Tossa
de Mar se convierte en un destino exótico, yo qué sé, que está la cosa entre
mala y muy mala, y entre loca y desatá. Me perdonan ustedes, pero es lo que
tiene publicar la columna el día después de la Diada, que una no se abstrae del
"procés" ni queriendo. Pero peor lo tienen los catalanes: mientras
unos imprimen las papeletas para la votación, a otros le entran ganas de
imprimir las tarjetas de embarque. Qué hartura.
1 comentario:
Adorada Musa, no sabe cuánto me ha alegrado que recuperara a Paca Carmona para su columna. Mítica y maravillosa.
Viajar es una experiencia inigualable y de apertura mental, que a su vez implica, irónicamente, el reconocimiento de fronteras. Para mí no hay nada mejor. Especialmente si es a Asia o a Murcia.
Un abrazo enorme, que supere cualquier distancia.
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