PUBLICADO EN LA VERDAD EL MARTES 27 DE FEBRERO DE 2018
El saludo no se le niega a nadie. Me lo enseñó mi madre dándome
un codazo cada vez que pasábamos junto a un vecino y yo, para no tener que
saludarlo, agachaba la cabeza y me miraba la punta de los pies como si me
sorprendiera el hecho de llevar zapatos. "Eres peor que un hurón", me
decía. En cambio ella, pizpireta, bonica y simpática, lanzaba una sonrisa a
todo el mundo, y cuanto más gordo le caía el tipo, más grande era su sonrisa.
Mi madre se anticipó así a Pantoja y a su "Dientes, dientes, que eso es lo
que les jode", que las mujeres de mi familia hemos sido unas adelantadas a
nuestro tiempo. Y por eso hoy, servidora, lleva la misma política que su madre,
y en una reunión pone buena cara y reparte besos aunque se quede con ganas de
arrancarle al saludado la oreja de un mordisco, y en un sarao estrecha la mano derecha
de un idiota mientras desea con toda su alma que el idiota se atragante con el
canapé de salmón que sostiene en la mano izquierda, y en la comunión del hijo
de una amiga saluda con un escueto "Qué tal" al ex de la susodicha
cuando se lo encuentra de frente, que el pobre chiquillo que acaba de comulgar
no tiene la culpa de que su padre sea un tío tiñalpa que no le suelta un duro
pero que tiene los santos cojones de llegar a la puerta de la iglesia
conduciendo un coche nuevo. Rojo, claro. Descapotable, por supuesto. Y no pasa
nada. Y si pasa, se saluda. Por eso, siempre hay que aprender de las grandes.
De mi madre, de Pantoja y de Angela Channing, que nos enseñó que se puede ser una
auténtica víbora saludando educadamente con una copa de cabernet sauvignon en la mano. O de vino
del Priorato, para el caso que nos ocupa.
Si antes, tal y como decía Josep Pla, podíamos distinguir
entre amigos, conocidos y saludados, ahora hay algunos que han decidido añadir
una cuarta categoría: la de los no saludados. Y parece ser que en ella entra el
rey. Acabáramos. También decía Pla que "Cuando uno repara en que
un país puede ir tirando a pesar de la enorme cantidad de imbéciles que lo
gobierna, la sorpresa es permanente e inenarrable". Pues lo dicho. Venga,
un saludo.
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